LOS AULLONES

La costumbre de los aullones es de lo más curioso que puede encontrarse entre las viejas historias del pueblo. Hoy en día no tiene nada de extraño que un hombre entre en casa de una mujer pero en tiempos pasados esto era como un sacrilegio. Sin embargo también en aquellos tiempos, de vez en cuando, algún hombre y alguna mujer tenían un asunto entre ellos.

Si el hombre quería visitarla en su casa no era posible hacerlo normalmente porque sería visto por los vecinos u otras personas y esto era impensable. Recurrían entonces a lo siguiente: quedaban de acuerdo en el día y hora, siempre oscurecido y procurando que no hubiese nadie por las calles. Además el hombre se vestía de aullón, o sea se cubría con una sábana blanca y se colocaba en la cabeza una olla con agujeros dentro de la que ponía una luz.

Ciertamente debía ser aterrador. En ocasiones arrastraba también una cadena sujeta a los tobillos para infundir aún más miedo. El disfraz solía ponérselo en la cuadra o tinao. Cuando le parecía que era la hora salía a la calle donde lo primero que hacía era dar unos aullidos amplificados por un canuto de cartón a modo de trompeta.

- ­Aahúuuuuuuu!, ­ Aahúuuuuuuu....!

Aullando y haciendo el fantasma daba unas vueltas por el barrio y cuando le parecía que no iba a ser visto entraba en la casa de la amada. En el verano las mujeres iban por la noche con la fresca a por agua a la Fuente del Castaño así que éste era un sitio predilecto para los aullones; se subían encima de la fuente con lo que cortaban el paso y movimiento por el resto de las calles.

Con semejante espectáculo no debía hacer falta pregonero pero por extraño y paradójico que parezca esta costumbre estuvo viva en nuestro pueblo durante muchos años.