El templo altomedieval

Hemos de insistir antes de continuar, en la importancia de los trabajos de D. Luis Caballero y D. Fernando Sáez, del CSIC, que realizaron un estudio exhaustivo del edificio del Trampal, publicado por la Junta de Extremadura en el tomo 2 de las Memorias de Arqueología Extremeña. De esta interesantísima obra -lamentablemente agotada desde hace años- tomamos la mayoría de las referencias que aquí se citan y alguna de las ilustraciones, sin otra finalidad que dar a conocer estos datos a quien pueda interesar y como homenaje a tan magnífica labor.

El templo primitivo fue un edificio notable. De estructura basilical, contaba con tres ábsides, crucero, coro y tres naves, además de las construcciones laterales. Todo ello completamente cubierto por bóvedas y pequeñas cúpulas de piedra. Como muchos de los edificios de la época, el templo de Santa Lucía está realizado en gran parte con material reutilizado, encontrándose aquí el mayor conjunto hasta ahora conocido de inscripciones relativas a Ataecina, una diosa local. Sin embargo los investigadores no han hallado nada que relacione el culto del antiguo santuario pagano con el templo cristiano, no se trata pues de una cristianización de un santuario preexistente sino el mero aprovechamiento de unos materiales disponibles. La elección del lugar del Trampal debió ser por su suelo fértil, su proximidad a la vía de la Plata y, sobre todo, la abundancia de agua de la zona.


No obstante, el templo se construyó sobre unos restos previos, es decir, antes de la primitiva iglesia del Trampal hubo en ese lugar una edificación, cuyos cimientos se aprovecharon en parte para la construcción del templo altomedieval. Pero no sólo eso fue reutilizado, también sillares, tejas, ladrillos, lápidas de mármol, sin que se pueda asegurar hoy día su procedencia exacta. La basílica fue construida en una sola etapa, como un proyecto unitario toda ella. El interior estaba completamente enlucido y cubierto de mármoles, de este mismo material eran los canceles y las columnas que soportaban el crucero, los frisos y los altares del santurario y las capillas. Un dato curioso es que el paso del aula al crucero y por tanto al altar principal estaba cerrado por canceles fijos, formando un espacio intermedio que se ha descrito como el coro donde permanecían los monjes durante las ceremonias religiosas.

Los constructores de Santa Lucía realizaron una magnífica labor que ha perdurado hasta nuestros días. No obstante el análisis del edificio muestra que se cometieron dos errores: uno, que la dirección de los muros longitudinales y transversales presenta una acusada oblicuidad respecto al frente de la fachada, desviándose de la perpendicular hasta 4 ò 5 grados, lo que hace que los ábsides tuerzan ligeramente hacia el Norte. El segundo error, menos importante, es en las fachadas de las habitaciones laterales, que se abren desde sus extremos hacia su unión con los porches. Hoy día llama la atención el pandeo hacia el exterior del muro sur, tan notable que se observa a simple vista. Como dato curioso, examinando las medidas de las distintas partes se ha llegado a la conclusión de que la unidad de longitud que usaron los constructores fue el pie, aproximadamente 30 centímetros.

En las proximidades de la iglesia había dos embalses y han aparecido restos de otro templo más o menos coetáneo, el de Santiago. El momento de la construcción de Santa Lucía aún es impreciso. Caballero da una serie de bien fundadas razones para adscribirla al periodo mozárabe (siglos VIII ò IX) pero en nuestra opinión el tema no está cerrado, pues otros investigadores siguen considerándola visigoda, o sea, del siglo VII. No se conoce la advocación primitiva del santuario, es imposible que fuese a Santa Lucía puesto que su culto no penetra en España hasta el siglo XI.

Fuese como fuere, el conjunto del Trampal quedó sometido al poder islámico a partir del siglo VIII. La primitiva simbiosis entre la comunidad cristiana y la islámica tuvo por objeto favorecer la administración de los nuevos territorios, completamente desconocidos para los invasores, pero una vez instalados y puestos al día, éstos no tuvieron más necesidad de obispos ni de ninguna otra autoridad preexistente, por lo que la presión aumentó sobre los mozárabes para que se convirtiesen al islam o se marcharan. Ello alcanzó a la basílica del Trampal, no sabemos exactamente en qué momento pero la cronología de los restos de cerámicas y tumbas encontradas disminuye hasta casi cesar en el último tercio del siglo IX. Se suponen algunos intentos de supervivencia mediante reformas, por ejemplo una única tumba existente de rito musulmán, así como la apertura del cancel que bloqueaba el paso del aula al altar, poco antes del abandono definitivo del edificio. Así fue como la prosperidad del conjunto monacal duró sólo aproximadamente un siglo. El conjunto fue después dejado a su suerte y saqueados muchos de sus elementos arquitectónicos más nobles (mármoles, columnas, etc).