Al vecino del frente de mi casa, lo echó su mujer luego de una acalorada discusión que se escuchó por toda la cuadra. No lo dejó llevarse ni la ropa.
Uno a veces piensa que los adinerados nunca tienen problemas y no es así. Por lo menos éstos los tuvieron y grandes.
Cualquier separación duele, pero cuando una pareja ha conseguido triunfar en la vida, duele mucho más. Esa familia empezó hace muchos años con una tienda y ahora tienen tres, además de un billar, un almacén en el centro de la ciudad y a sus dos hijos estudiando en el extranjero.
La señora es muy educada, amable y servicial, en cambio él era mala gente, gruñón, no respondía a los saludos y grosero. A pesar que vivimos en el mismo vecindario hace más de diez años, no puedo decir que fuimos amigos, aunque pienso que él no era amigo de nadie en el barrio. En fechas especiales, en las que organicé fiestas en mi casa, lo invité pero nunca asistió, yo le hacía llegar la tarjeta solo por educación, para no comportarme igual a él. Su mujer a veces llegaba, compartía un rato, y se iba. Ella si es muy querida en el sector.
Me imagino que mucha gente está feliz por lo que le pasó al gruñón con su mujer, yo no porque uno no debe alegrarse con el mal ajeno, nunca se sabe cuando te tocará a ti.
La desgracia del tipo ocurrió la noche en que su mujer regresó intempestivamente, un par de días antes, de un viaje programado para una semana. Él había quedado solo, y ella abrió la puerta con sigilo para darle la agradable sorpresa, y ¡Plop! La sorprendida fue ella, él estaba en la cama con otro hombre. Nadie hubiera imaginado que tan serio, callado y mala gente, escondía un secreto sobre sus espaldas.
Ahora el resto de mujeres del barrio andan muy cavilosas con nosotros los hombres, haciéndonos demasiadas preguntas como tratando de encontrar algún error que indique que algo anda mal. Opinan que si un gruñón salió con esas garrafales fallas, ¿qué se espera de un risueño?
Las tiendas y el billar están en venta, y a bajo precio, la pobre señora desea marcharse cuanto antes del barrio. Para mí que no debería actuar tan a la ligera malvendiéndolo todo, ella no tiene culpa de nada. Ya encontrará otra persona que en realidad la valore. Tiene sus cuarenta años pero aparenta treinta, no faltará quien la enamore pues aparte también es hermosa. De encontrarme soltero no dudaría en tirarle el anzuelo. No piensen que es por el dinero; bueno, un poco sí, pero les juro que no sería un gran sacrificio.