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 Asunto: Literatura light
NotaPublicado: 22 Oct 2011 00:15 
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Literatura light: humo sobre el agua


"La apariencia es una injusticia" (Sthendal)

El código light

Literatura light. Dos palabras que se han transformado en sinónimo de literatura de poca monta. Basta con pasear por cualquier foro literario para tropezar con ellas cientos de veces. Es una descalificación que se usa mucho y se explica poco, condenándola de esta manera al limbo de las frases hechas. Nos preguntamos: ¿qué es la literatura light? ¿Existe realmente o se trata sólo de un lugar común? ¿Cómo podemos reconocerla? ¿Un best-seller es siempre literatura light? Aunque, lamentablemente, no hay mucho de donde abrevar para tantas dudas, algo sí se puede encontrar en Internet. Mario Vargas Llosa, por ejemplo, en una entrevista concedida a la Revista Ñ de Clarín el 05/02/2005, hace este sabroso comentario:

"Hoy en día está de moda un tipo de novela ligera, light. Si El Código da Vinci al final a ti te produce un extraordinario placer y lo que buscas son obras que sean equivalentes, entonces tú nunca vas a poder leer el Ulises de Joyce, nunca vas a leer a Proust, ni vas a gozar con Borges. Yo creo que esas otras lecturas en cierta forma te vacunan, así como las telenovelas te pueden cancelar completamente la sensibilidad para gozar de un tipo de teatro de gran refinamiento, por ejemplo. Porque esas obras, algunas muy bien hechas, que te capturan la atención muy rápidamente, son obras descomplicadas, que no ponen en ejercicio tu inteligencia ni tu capacidad de raciocinio, que no te plantean dudas o problemas. Son una agradable ensoñación, casi como tomarse un tranquilizante: te descansan, te sedan un poco, pero eso crea lectores pasivos, lectores que son los espectadores de telenovelas. ¿Qué inconveniente tiene eso?: que rápidamente puedes llegar a descubrir que si eso es lo que te interesa, entonces ¿para qué leer? Hay un cine, una TV que te da eso mismo. La buena literatura necesita lectores que sean activos, que estén dispuestos a enfrentarse a la complicación, que trabajen codo a codo con el autor, con su imaginación, con sus conocimientos, para poder disfrutar cabalmente la obra. Cosas como El Código da Vinci están totalmente reñidas con eso, es una literatura de otra naturaleza".

¿Interesante, no? Con esta tremenda opinión del maestro debería bastarnos. Pero seríamos contradictorios, porque, precisamente, una de las características de lo light es la falta de profundización. Además, me voy a meter en problemas, voy a disentir un poco: El código Da Vinci es una novela light, sin dudas, pero no porque ponga o no en ejercicio tu inteligencia. Porque al fin, eso depende de cada uno y las complicaciones se la busca cada quien. Un lector avispado no se dejará deslumbrar por la primera teoría conspirativa que se le cruza, e irá a buscar el cuadro de La última cena o La Virgen de las rocas para averiguar si Dan Brown le está abriendo los ojos o vendiendo un buzón. Profundizar o no profundizar, esa es la cuestión.

Reformulemos las preguntas entonces: siendo tan delicado el tema que trata El Código, ¿por qué Dan Brown lo expuso con tanta ligereza? ¿Desidia o incapacidad? Otra cuestión: si el tema central de esta novela ya había sido expuesto en obras más ambiciosas, mejor documentadas y mejor escritas, ¿por qué aquellas pasaron desapercibidas y El Código sigue al tope de las más vendidas?

Con otra frase de la misma entrevista de don Mario podemos comenzar a esbozar las respuestas:

"Novelas como Los Miserables, como el Ulises de Joyce, La montaña mágica de Thomas Mann, o como Rayuela o Adán Buenosayres en la Argentina, donde hay casi una vida detrás volcada, eso no está de moda. Los escritores hoy están impacientes, escriben rápido, quieren tener éxito cuanto antes".

En esto sí estoy de acuerdo; y por ahí van los tiros: el auge de la literatura light surge de la adaptación del mercado editorial a una sociedad poco propensa a meterse en problemas. ¿O nunca oyó decir, con una lógica que parece irrefutable: "¡Demasiados problemas tiene la vida para complicarse con un libro de esos!"?

Dos elementos confluyeron: un nuevo perfil editorial y una nueva cultura, la cultura light; dos caras del mismo fenómeno.

La mutación de las editoriales

En las dos últimas décadas del siglo pasado, las grandes editoriales echaron a los Directores Creativos, buscadores de talentos, y los reemplazaron con profesionales del mercadeo. Al igual que la industria de la música años antes, el mundo editorial se adaptó al nuevo perfil de consumidores: aparecen las grandes cadenas de librerías, gana relevancia el diseño de tapa y las nuevas formas de promoción (como las giras de los autores). El libro se convirtió en una mercancía más.

Resulta paradigmático el caso de André Schiffrin. Director durante treinta años de la prestigiosa editorial norteamericana Pantheon Books para la que editó en los años 50 a autores de la talla de Boris Pasternak (Nobel 1958) o Giuseppe de Lampedusa, y en los 60 a Julio Cortázar escribió La edición sin editores, un libro esclarecedor en el que denuncia la nefasta "mutación" sufrida por el mundo editorial. El autor recuerda de esta manera la toma de decisiones en los ´50:

"En las reuniones editoriales, los editores discutían seriamente la mejor manera de presentar al gran público obras nuevas y difíciles. Por supuesto, se publicaban numerosas novelas de aventuras, policiales, etc. Pero también todo Faulkner, sin contar autores europeos como Malaparte y Pasolini. En el catálogo también se encontraba Martín Eden, un clásico radical de Jack London, hoy inencontrable, muchos títulos del mismo nivel".

Pantheon Books fue adquirida luego por Random House (casualmente, la editorial de El Código Da Vinci), que a su vez fue comprada por el magnate S.I. Newhouse a principio de los 80. Newhouse, algunos años después, puso de presidente y, como se gusta decir ahora, de ceo (Chief Executive Officer), a Alberto Vitale. ¿Un editor famoso? ¿Un literato? En absoluto: el tipo era un egresado de la influyente Escuela de Negocios Wharton, de la Universidad de Pennsylvania.

Un párrafo de La edición sin editores lo pinta de cuerpo entero:

"Nos presentaron a Vitale, no obstante, como un hombre sensible y cultivado, reputación rápidamente socavada por su insistencia en repetir que se encontraba demasiado ocupado para abrir un libro. Un poco más tarde corregiría esta afirmación y admitiría que solía leer las obras de Judith Krantz, autora de best-sellers rosa de la editorial Crown".

Schiffrin y sus colaboradores de años le presentaron a Vitali una lista de los libros que aconsejaban publicar, y

"Durante una reunión decisiva pudimos constatar el abismo que nos separaba. Vitale pasaba revista a los libros que íbamos a publicar, lista de la que me sentía especialmente orgulloso. ¿Quién es este Claude Simon?, preguntó con desprecio, sin haber oído jamás de él. ¿Y este Carlo Ginzburg? Observé que sus ojos se centraban primero en la parte derecha de la columna de cifras, y sólo después en los títulos de los libros".

Como agravante, creo que esto ocurrió (aunque no se aclara en el libro) después de que Claude Simon ganase el Nobel (1985). Y pensemos que el de Vitale era el puesto más importante de la edición estadounidense.

La mutación de Random House es un ejemplo perfecto.

Deslizándose en la superficie

En la cultura light no se profundiza; sólo se mantiene informado para "tener opinión". Leer El Código Da Vinci es cool, pero ir más allá y meterse con El Péndulo de Foucault o The holly blood and the holly grail es ser un pesado. Podemos indignarnos por las injusticias, pero sin exagerar; y para nuestra tranquilidad siempre habrá alguien que nos palmee el hombro diciendo con conmiseración: "Bueno,bueno, no es para tanto". Leeremos a Osho, Coelho y Deepak Chopra, y nos mirarán como a seres iluminados, pero si nos pescan con La Biblia, el Corán o La Torah corremos el riesgo de ser tildados de fundamentalistas o ultra-algo. Podremos usar camisetas de Cristo o del Che, con la condición de hablar sólo de las partes más "glamorosas" de sus vidas.

Estamos condenados a ser bichos de la superficie y a beber a diario una pócima mágica de cultura pasteurizada. La literatura light es una emanación de dicha cultura, y como el resto de las manifestaciones light, es liviana e insustancial. Como café sin cafeína, como medialunas de grasa sin grasa. Es un sustituto. Y no en vano comparten el calificativo con la comida light: hay cierta inocuidad en ambas; no parecen hacernos mal, su mayor mérito es no hacernos nada y pasar por nosotros sin pena ni gloria. Pero lo que puede ser bueno para alimentarse es malo para la literatura, qu e tiene que hacernos algo.

La mayoría de las novelas de hoy en día son elaboradas sin demasiado esfuerzo. Novelas anoréxicas, hechas por escritores despreocupados del uso excelso del idioma. Novelas a la medida de las editoriales modernas.

¿Los Ceos esperarían que Hemingway corrija más de 30 veces el final de Adiós a las armas? ¿A Tolkien, que tardó 12 años en escribir la prometida continuación de El Hobbit, o sea El Señor de los Anillos? ¿A Tolstoi reescribiendo por séptima vez La guerra y la paz? Es difícil imaginarlo. Las editoriales necesitan de escritores sin esas veleidades. Escritores rápidos, que hagan su trabajo sin volver atrás, sin corregir, sin refinamientos. El estilo que mejor sienta a este tipo de novelas es el informativo, correcto desde el punto de vista gramatical, pero hermano menor de la literatura.

Si el escritor light describe un crimen, le pone tanta emoción como la que podemos encontrar en una noticia de Reuter. En cambio, para un buen escritor, un hecho extraordinario es una fuente de sensaciones que intentará hacer llegar al lector usando todas las herramientas que le brinda el idioma. Herramientas que ha conseguido quemándose las pestañas, estudiando, leyendo, observando. Si este escritor no light, tuviese que describir, verbigracia, la inmolación de un miembro de Al-Qaeda en un lugar repleto de gente se desesperaría por buscar la manera de llevar al lector lo más cerca posible del hecho, de que huela el miedo, de que su corazón retumbe a la par del suicida; sentirá que las palabras no le alcanzan y usará comparaciones, metáforas, analogías, hipérboles. Este señor escritor querrá que el lector sienta que explota junto con el terrorista. Seguro que termina la noche alterado, pero sabiendo que lo hizo lo mejor que pudo, y con la sospecha de que ha dejado un pedazo de alma en ese texto. Y lo peor de todo es que en los días subsiguientes volverá sobre el escrito para corregirlo, para quitar lo que sobra, para buscar palabras más representativas. Y tal vez, hasta lo haga un bollo para volverlo a escribir.

El escritor light, en cambio, pintará un crimen sangriento con salsa de tomate y el muerto se levantará apenas el lector dé vuelta la hoja. Su editor-ceo le dijo que no puede esperarlo más: "¿Qué estás haciendo? ¿Corrigiendo el estilo? No, no. No pierdas tiempo en pavadas"

Además, posiblemente este escritor ya ha recibido un adelanto por su obra. O sea: ha vendido su alma al diablo.

Los buenos escritores sienten consternación cuando no pueden llevar el idioma hacia los límites. En la literatura light, en cambio, no hay riesgos. No es casual que en dichas novelas casi no se encuentren metáforas. La metáfora, tal vez, sea el recurso literario más peligroso. Hallar una buena es encontrar una perla que embellece la prosa, pero deambula por ahí, al borde de lo posible, a un paso de desbarrancarse en el abismo de la ridiculez o del lugar común. Conrad se la jugaba así: "La niebla misma, sobre los pantanos de Essex, era como una gasa radiante colgada de las colinas" Y Faulkner: "El sol era la boca roja y descendente de un horno; su sombra, que él creía perdida, se agazapaba a sus pies como un perro que trata de esconderse". Nos puede gustar o no; pero es innegable que estos novelistas eran tipos osados. El escritor light, en cambio, es pusilánime.

Los buenos libros son una comida pesada

La literatura tiene que hacernos mal. No debería pasar por nosotros sin dejar vestigios. De hecho, creo que los libros que más recordamos son aquellos que nos hicieron mal; los que nos provocaron alguna reacción: el estómago contraído, la boca seca, los dientes apretados, un principio de taquicardia, la ansiedad que nos hace crispar los nervios, el insomnio, el sueño al día siguiente. Nos hacen mal al cuerpo... y bien al alma. Los buenos libros son así: nos maltratan, nos dejan tensos, nos agarran del cuello y no nos sueltan, nos exigen las neuronas, nos desvelan, nos hacen insultar al autor con una mezcla extraña de odio, admiración y envidia. Los buenos autores te secuestran, y te devuelven hecho una piltrafa.

Y, extrañamente, eso es lo maravilloso.

Aún me recuerdo leyendo El corazón de las tinieblas. Conrad, de la mano del capitán Marlow, me llevó a la selva, me hizo navegar por ese río espantoso, me hizo oler carne de hipopótamo putrefacto, me hizo quedar ciego flotando en un barco maltrecho mientras los salvajes aullaban a mi alrededor. Me hizo indignar, me hizo dar miedo, me hizo temblar y por poco, no me hace atravesar con una lanza. Conrad no tuvo piedad de mí. Y, sin embargo, sigo suponiendo que elevó mi alma.

Entonces, claro, dirá usted, un best-seller es un producto típico de las editoriales modernas; por lo tanto, un best-seller siempre es light.

Pero semejante simplificación sería una injusticia. Es cierto que el best-seller tiene su consigna psicológica negativa: hay que leerlo, no porque sea bueno, sino porque todos lo leen, como el tema musical de moda, que un día dejó de sonar en la radio y descubrimos que era insufrible. Sin embargo, ¿qué quiere que le diga? ¡Me parecieron tan buenas algunas novelas proclamadas como best-sellers! Por ejemplo, El Nombre de la rosa, de Umberto Eco. Es un libro maravilloso, difícil, intrincado, desafiante, que hay que leer con un buen diccionario al lado. Y fue un best-seller con ninguna de las características de una obra light.

Hay best-sellers que se prenden a la estela del éxito de algún otro, como el polvo que va dejando tras su paso El Código Da Vinci, con historias de templarios, cátaros y druidas disfrazados y el pobre Fibonacci condenado a ejercer como encriptador oficial de cuanto misterio ande dando vueltas. Hay best-sellers raros, como los de Umberto Eco. Los hay históricos, como El Quijote o The catcher in the rye, que siguen vendiendo como si se hubiesen publicado el año pasado.

Y entre los raros actuales, está La sombra del viento, del español Carlos Ruiz Zafón.

Un best-seller cuyo éxito nació de recomendaciones de lector a lector. Cuesta creerlo, pero no hubo lanzamiento ni promoción. La editorial no le había visto "potencial" y, sin embargo, la novela ya fue traducida a treinta idiomas. Pero, aunque alentadores, esos son sólo números; y ese el punto: lo importante es que en La Sombra del viento se puede percibir un arduo trabajo de corrección de estilo, el esfuerzo que tanto se echa de menos en la mayoría de las novelas modernas. Y una muestra de que se puede hacer una buena novela y ser exitoso a la vez.

Tengo un recuerdo vívido: una vez me prestaron una novela. La leí en dos días: no porque fuese corta, sino porque me fue imposible dejarla. Eran las dos de la mañana, y el autor me clavó un dardo envenenado: a uno de los personajes, uno de esos a los cuales uno le toma cariño, lo muerde una hiena; y no cualquier hiena, sino una con rabia. El tipo se encadena y pasa los días con un amigo, atento a los síntomas. Horas interminables y de miedo. Parece que no pasará nada y sin embargo, un día, delante de su compañero ¡delante de mí, en realidad! mi querido personaje se transforma, me mira con ojos color sangre, como un muerto vivo, tironeando de la cadena cual animal furioso, grita, echa espuma por la boca, se revuelca y se arquea poseído por el demonio de la rabia y ¡crack!: su espinazo se parte en dos. Le juro que el ruido tronó en mi mente. ¡Por Dios! ¿Cómo dormir? Tres de la mañana y mi estómago como una bota vieja. Sin dudas, ese libro no fue una hamburguesa light, sino una comida con picante y grasa: Cuando comen los leones, escrito por un señor best-seller, Wilbur Smith. Si me hubiese guiado por mi animadversión hacia la etiqueta best-seller, me hubiese perdido de un momento inolvidable.

Por suerte, la literatura es tan impredecible y vital que a veces nos sorprende, y nos destroza los preconceptos, a los lectores y a los editores. Nosotros leemos a Wilbur Smith y nos quedamos con la boca abierta, ellos reciben millones de pedidos por La sombra del viento y se quedan con la boca abierta por los réditos de una obra que habían condenado al fracaso.

La delgada línea incolora
El mayor problema no es que haya tantos libros light, que siempre los hubo, aunque con otros epítetos. La gran estafa editorial de nuestro tiempo consiste en vendernos, mediante eficaces campañas publicitarias, literatura light disfrazada de Gran Literatura.

La línea que separa lo light de lo profundo es muy sutil; como la superficie del agua. Las editoriales tienen la habilidad, a veces admirable, de seleccionar libros que rozan esa línea. El Código Da Vinci se me antoja ahí, como humo sobre el agua, que parece húmedo, parece denso, pero en realidad se hace hilachas ante la primera brisa. De haber sido un poco más profundo posiblemente no hubiese tenido éxito; aunque tampoco si no tuviese la apariencia de Novela Culta que le han sabido dar. Y, en definitiva, esa es la palabra clave para un producto light consumado: apariencia.

Y todos sabemos lo que hacen las apariencias.


(Publicado por Roberto Arada en Elaleph)

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 Asunto: Re: Literatura light
NotaPublicado: 22 Oct 2011 08:03 
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Registrado: 23 Jul 2011 11:52
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Ubicación: Tarragona -España
Muy interesante este artículo/comentario que nos traes. En él, el autor se hace eco de las tendencias actuales, que no solo se dan en literatura sino también en la televisión y en el cine. Las obras profundas y bien hechas, aquellas que consiguen en el lector/espectador llegar a lo más profundo de sí mismo, son consideradas obras minoritarias.

No voy por la vida haciendo alarde de pertenecer a esa minoría, todo lo contrario, la mayoría de nosotros pertenece a esa gran masa consumista que prefiere lo light. Sin embargo, en mi caso personal, siempre he sido poco dado a dejarme arrastrar por la tendencia masificada o consumista. El libre albedrío, en estos casos, es la manera más lógica que tenemos de superar o de luchar contra lo que, a todas luces, será en un futuro no lejano el mundo de la literatura y de los medios de comunicación audio visuales.

Como crítica, me hubiera gustado que el escritor hubiera tenido la valentía de superar de una vez por todas el vocablo "glamoroso", poniendolo entre comillas para así salirse por la vía light, y que hubiera preferido la versión de "glamuroso"; así, tal cual, de una manera directa, realista y valiente. Otro tema sería el de las metáforas: si bien es cierto que las hay muy bonitas y bien conseguidas, me parece un recurso fácil para un buen escritor. Opino que es algo de lo que la literatura de calidad no debería abusar.

Nos traes un artículo muy ameno de leer, por el interés que despierta, y muy bien redactado, Fernando.

Saludos afectuosos.

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Los halagos ensalzan nuestro ego, pero una crítica constructiva nos hace más sabios. JGM.


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 Asunto: Re: Literatura light
NotaPublicado: 22 Oct 2011 15:11 
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Ubicación: Caracas, Venezuela
Es interesante ver cómo un escritor es brillante cuando escribe artículos y opaco cuando se trata de escribir novelas. Considero a Vargas Llosa un excelente comentarista, consejero para escritores, hasta político, diría yo,si no fuese porque perdió las elecciones allá por los noventa en Perú. Pero como orador se lleva la palma, siempre y cuando se trate de temas candentes que el público desea escuchar. Como escritor...

Tengo varios libros de Vargas Llosa: del que lo lanzó a la fama, "La ciudad y los perros", no he podido pasar de la página cuatro. Algo similar me sucedió con "Pantaleón y las visitadoras", por lo que desistí de leerlo. Tal vez con el tiempo haya cambiado su estilo; no soy muy aficionada al lenguaje coloquial y a los cuentos regionalistas autobiográficos, de los que se alimentó la primera fase de su carrera. Eran años del boom de la literatura sudamericana iniciado por Gabriel García Márquez y supo subirse a la ola de la mano de Carmen Balcells, su hada madrina.

Sin embargo destaca como crítico literario y consejero editorial. Lo reconozco.

¿Literatura light? Veamos.

Da la casualidad que en estos día venía pensando que la última novela que he escrito "El manuscrito", la más "light" de todas mis novelas, está teniendo un éxito inusitado justamente por tratarse de la obra más liviana y entretenida de las que tengo. Salió de manera fortuita mientras escribía una de las entradas a mi blog. Estaba enumerando las cualidades que debería tener un best seller y al tiempo que lo hacía se me ocurrió que para comprobarlo tenía que seguir mis propios consejos.

Tardé casi tres meses y otro tanto en corregirla. La agencia la recibió con entusiasmo, aunque no ha logrado colocarla todavía, pero esa criba para mí es importante, pues cuando ellos dicen "esto no va" es que simplemente, no va. De manera que tan mala no es. ¿Pero cuáles son los criterios que dominan en este tipo de calificación? Hoy por hoy estamos claros (también lo dice Fernando) que el criterio es lo comercial, lo que se pueda vender sin problemas, es decir, lo que está buscando el lector común: pasar un buen rato. Así que el que la agencia me diga que le ha encantado no tiene mayor significado para mí.

Pero hay varios niveles de literatura light. Las librerías están repletas de zombies, de hombres lobo, de mujeres vampiro, de seres de ultratumba y de asesinos en serie. ¿Es lo que piden los lectores? aparentemente sí. Entonces hay una nueva camada de escritores que se han dado a la tarea de escribir de estos temas, y sacan los libros como salchichas, bien redactados, cuidando los errores gramaticales (no siempre muy bien) sin fallas ortográficas (eso sí), y los lanzan al mercado aceptados por algunas editoriales o por su cuenta ahora con la facilidad de Amazon.

Creo que estamos en un dilema. Y es porque no reconocemos que existen dos clases de lectores: los de la literatura que hace trabajar al cerebro y los que se limitan a contemplar como si fuese un capítulo más de una serie televisiva. Yo no denigro de uno ni de otro. Porque soy de ambos. Eso sí: a mí no me den a leer asuntos de zombies. Y el único Drácula que me gusta es el original, por ser el iniciador. Pero me encanta leer a a John Grisham y sus enredos judiciales, a Morris West y sus historias casi premonitorias, así como también leo a Oriana Fallaci en "Un hombre" o "Inshallá", dos obras monumentales, inspiradoras, que después de ellas lo que provoca es ponerse a escribir, y de hecho así ha sucedido con mis mejores cuentos, como "Katty" o "El loco Casimiro".

El código Da Vinci es una novela light según se vea. Ya de por sí es bastante voluminosa, no me imagino más páginas para "profundizarla". El tema es controversial, un punto a su favor. Que a otros se les ocurrió la misma idea pero no tuvieron éxito, es debido a que no supieron trasmitir las emociones que genera esa novela. Si no me equivoco esa novela fue rechazada por muchas editoriales, y Dan Brown tuvo que autopublicarla. Así que no es producto del marketing. Éste vino después, cuando ya la novela era un éxito de librerías. Pero los lectores o escritores que piensan que son profundos siempre dirán que Dan Brown no sabe escribir. No comparto esa idea, yo he leído la novela y me la "volé" en dos días, no recuerdo haber leído últimamente una obra que me haya absorbido más. ¿Será que soy una lectora superficial o banal, y por ende una escritora igualmente banal y superficial porque me gusta el Código Da Vinci?

Creo que los que acostumbramos leer tenemos dos vertientes: la lectura para momentos de diversión y la que escogemos cuando realmente deseamos poner a trabajar a la mente o al cerebro. Las dos son igualmente válidas. Por ahora "El manuscrito" está en la lista de los 100 best sellers en Amazon, en general, es decir, cualquier categoría, y me acabo de enterar que está ahí desde hace diez días y subiendo, por ahora en el puesto 31. Es una novela sin más aspiraciones que la de entretener, pero disfruto mucho sabiendo que hay tantas personas que la están leyendo para pasar un buen rato.

Por si quieren verificar la información les dejo el enlace:
http://www.amazon.com/Best-Sellers-Book ... bsnr_tab#2

Un brazo!
Blanca

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 Asunto: Re: Literatura light
NotaPublicado: 22 Oct 2011 16:09 
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B.Miosi escribió:

Un brazo!
Blanca


Muy interesante tu opinión, y me alegro mucho del éxito de El manuscrito. Pero lo que me ha impresionado de verdad es lo del brazo. ¿Se te apareció un zoombie por fin y se le cayó el brazo? :lol:

Es una tontería pero me has hecho reír de verdad. Besos.

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 Asunto: Re: Literatura light
NotaPublicado: 22 Oct 2011 18:02 
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Ja,ja,ja, Fernando, estoy que regalo de todo, un brazo, una pierna, con lo de la literatura zombie que me sale hasta por las orejas, ja, ja,ja!! ¡Qué tal dedazo!

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B. Miosi

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 Asunto: Re: Literatura light
NotaPublicado: 23 Oct 2011 20:11 
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Mensajes: 2159
Interesante artículo.
B.Miosi escribió:
Creo que los que acostumbramos leer tenemos dos vertientes: la lectura para momentos de diversión y la que escogemos cuando realmente deseamos poner a trabajar a la mente o al cerebro. Las dos son igualmente válidas.


Estoy de acuerdo con esto. Pasa igual con el cine. Pero, en cualquiera de los casos, se desea que el libro sea de calidad. Que esté bien escrito, por lo menos. Que no sea un timo.
Hoy es muy difícil salirse de la línea marcada. Donde yo vivo sólo hay una librería y las secciones de las grandes superficies. Es decir, en todas hay los mismos libros. Vas dao como busques algo diferente. Manda el mercado. Y compras un libro que se vende como la bomba y lo que te encuentras es un petardo. No sé. Incluso si hablamos de autores, nos encontramos con el mismo problema. Si la obra de un autor funciona, te meten por los ojos su siguiente trabajo: un bodrio por regla general. Y ronca gastarse veinte euros en un libro y que sea intragable. Y aunque te gastes menos. Pero pasa igual con la ropa, con la música, con los zapatos, ¡y hasta con los animales de compañia!.
Felicidades Blanca por tus novelas. Ya ves, yo aún no las he conseguido.
Venga, otro brazo para todos

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 Asunto: Re: Literatura light
NotaPublicado: 23 Oct 2011 22:13 
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Mensajes: 1855
Interesantísimo, Fernando.

Para comentarlo, creo, tendriamos que definir qué es literatura ligth para cada uno de nosotros y, temo, que sería un punto de debate y controversia.

Has sido valiente y has citado títulos con nombre y apellidos. Procuraré imitarte.

Una literatura light, para mi, es la que participa de algunas de las siguientes circunstancias:
1.Es predecible desde el comienzo, no mueve a la curiosidad.
2.Trata temas banales, de entretenimiento.
3.La prosa no innova ni conmueve. No transmite sentimientos.
4.El estilo es rudimentario, no nos lleva a ninguna comunicación ni nos sorprende por su belleza.
5.No “la vives”, ni siquiera crees lo que te cuenta.
Cada lector pondrá énfasis en una u otra circunstancia, según su hábito de lectura y su propia personalidad; según lo que busque en la literatura con respecto a otras artes.
Personalizo, si me permites, ahora.
¿Qué busco en una obra literaria:
1. Que me permita imaginar a mi antojo, que me dé los elementos suficientes para que yo construya la historia.
2. Que no me la “destripe”, que haga mover mi curiosidad para comunicarme con el autor, para conocerlo, para saber nuestros puntos de coincidencia o alejamiento.
3. Que me haga reflexionar sobre temas que me preocupan o sobre otros en los que no había reparado.
4. Que me transmita emociones; que me haga regañar, sonreir, enfadarme, enojarme, odiar, amar… a los personajes y lo que transmiten.
5. Que sea sincera, incluso dentro de lo onírico. Que tenga la seguridad de que el autor me comunica su forma de entender la vida, que no me mienta para adormecerme, que sea auténtico (esté yo de acuerdo o no con él).
Y pones ejemplos que, bajo mi óptica y por tanto subjetivos, analizo:
1. El Quijote. Nunca me canso de leerlo. ¿Por qué?:
a) Su intemporalidad. Cada una de las reflexiones que contiene, cada una de las críticas, son vigentes en la actualidad.
b) Hay figuras que me dan un maremoto de sensaciones, de emociones. ¿Cómo obviar a ese Quijote abatido y escéptico; alejado, por el desmoronamiento de sus sueños, de su utopía? ¿cómo no participar de su amor (cuando los que hemos amadocvcvm, h h¥ lo sabemos), que convertimos en Dulcinea a cualquier Maritormes? ¿Cómo no llorar con él, soñar en su compañía, ver los paisajes y laspersonas con sus ojos…?
c) Cada frase, cada historia te invita a pensar y, con ello, a indagar sobre la naturaleza humana y social.
d) Me sorprende, siempre me sorprende.
e) La prosa es de tal belleza, está tan bien aticulada y es tan precisa, que dentro de su aparente naturalidad, elabora un camino perfecto para llevarte dónde el autor quiere y como quiere.
Y fue concebido como literatura de consumo, a modo de telenovela actual que busca rendimiento económico. Su edición por entregas así lo demuestra; el éxito de público (un público inculto e iletrado), tambien demuestra que el genio de un autor hace que su obra sea magnífica, sin importar la razón por la que la hizo.
2.¡No voy a analizar “El código da Vinci”. Su éxito se debió al “boca a boca” que se propagó como una novedad en tema. Trajo evasión, incultura con visos de cultura (y con errores mayúsculos en sus descripciones y datos) y nada más.
Me pasó con este libro, Blanca, como a tí con "La ciudad y los perros" no pude pasar de la página cuarta.
3. "La sombra del viento". El título (que preciosidad) y el éxito conseguido me llevaron a leerlo con mucha ilusión. ¡Qué decepción! Los personajes irreales (buenos, buenos; malos, malísimos), la trama predecible, el final de novelita rosa, la prosa muy estudiada, perfecta y pulida pero, para mi, sin alma; salvo algunos pasajes que si me emocionaron.

¿A dónde quiero llegar?
A que dependerá del lector, lo que busque en la lectura, la distinción entre light y no. Por ejemplo, a mi "La seda" o "La ciudad y los perros" me fascinaron, a otros no. La calidad literaria de una obra SIEMPRE la pone el lector individual, y no la crítica, el número de ejemplares vendidos o el éxito obtenido.


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