En un pueblo de Córdoba del que ya me habéis leído hablar más de una vez, Santaella, era típico regalar a los niños en el día de hoy una canastilla hecha con papeles de colores. Dentro podía haber un huevo, una perra gorda (moneda de ínfimo valor), un caramelo, una rosquilla de dulce... El regalo en realidad era la vistosa canastilla y los pequeños salían muy ufanos con ellas a la calle. Una amiga que es de allí, aunque hace muchos años que vive en Barcelona, ha hecho unas cuantas este año para recordarlo. Desde la mentalidad actual parece mentira que eso pudiera agradar a un niño pero ella me dice que sí, que les hacía muchísima ilusión. Se me ocurre también que era un modo de cuidar colectivamente de los niños. El que no saliera a la calle el día de hoy con su canastilla, algún problema debía tener. Era como una alarma. Por supuesto las canastillas no se compraban; se hacían en casa a ocultas de los pequeños, a veces con papel nuevo y las más, con papel "reciclado" de cualquier otro servicio.
Se me ocurre que eran más felices los niños de entonces con sus canastillas que los de hoy con sus muñecas Monster cadavéricas, a 99 euros en la reventa, y los demás superjuguetes con los que no se puede jugar
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Saludos desde Barcelona - España.