Dedicado a Eduardo Pi, que me dio un tirón de orejas para que innovase
¡Victor¡
–Ven acá, que esta mañana estás muy guapa.
Y los brazos de Victor recorriéndome entera y los labios de Victor en los míos.
–Ultimamente me haces disfrutar a tope. Es como si hubieras vuelto a los veinte años. Debe ser verdad que los cuarenta de las mujer es es la mejor edad.
¡Víctor!
Y Victor riéndose conmigo, con la risa que nos da el amor –tonta y por cualquier cosa– y mi esposo riéndose de otra cosa, algo sólo suyo.
–Tomamos café y nos vamos, luego se llena el supermercado. ¡Voy duchándome!
¡Víctor!
Recuerdo nuestro primer café, y el segundo y todos los que tomamos juntos después. El aroma me recordará siempre tu olor; su sabor, el tuyo.
–Julia, se nos hace tarde ¿A qué esperas?
–Ya voy, cariño.
¡Víctor!