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 Asunto: Un sueño americano (Revisado II)
NotaPublicado: 21 Jul 2011 21:49 
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      Margarita había nacido en un pueblecito de apiñadas casas de adobe. Niños, perros y gallinas corrían por sus calles a cualquier hora del día, salvo cuando lo hacía el agua en terribles trombas que las dejaban desiertas y obligaban a subirse al terrado a quienes las habitaban. Comían poco, trabajaban mucho y soportaban estoicamente los caprichos de la madre Naturaleza que hacía temblar la tierra o anegarla, según su humor, llevándose todo lo que encontraba a su paso.
      Nada importante si se la sabía tratar ignorando su furia. Los habitantes, hasta que esto desaparecía, rezaban en un rincón un rosario a la Virgen y ponían una vela a Quetzalcoatl porque nadie les había dicho, en quinientos años, que las religiones no pueden mezclarse. La información se quedaba fuera del pueblo por no existir en él televisiones y las radios, más festivas, emitían música a todas horas. Lo que les convenía, decía el Gobierno, lo que les gustaba.

      Como el resto de los vecinos, Margarita no echaba en falta otras cosas que desconocía que existieran hasta que llegó la industrialización a la zona y se alzaron las fábricas. Supieron entonces de la existencia de otros productos: de electrodomésticos que facilitaban el quehacer diario, de vestidos tan bonitos que enamoraban a los hombres y de otros trabajos que el campo y las gallinas.

      Que les llamaran operarios fue el determinante para introducirse en un nuevo mundo de maquinaria y producción. El salario obtenido en un mes era diez veces más del que ellos conseguían en un año con la venta de las cosechas; eso terminó de convencerlos.

      Siguieron felices en la nueva vida hasta que el dinero ganado no les llegó a fin de mes, al ser gastado en la compra diaria en el economato, que abrieron los directivos de las fábricas, y en pagar las cuotas de los objetos que se apresuraron a almacenar.

      Para enmendar tanta penuria, llegaron los voluntarios de una ONG norteamericana que les cambiaron el nombre de operarios por el de explotados y les enseñaron, con fotografías y discursos, lo bien que vivían, los coches que tenían y el dinero que administraban las gentes que había formado cooperativas a veinte kilómetros de ellos. Se asociaron los vecinos siguiendo sus consejos y volvieron a tejer, como hacía cincuenta años, chales multicolores, tapices llenos de pájaros y adornar cinturones de cuero con florecitas bordadas en hilo de lana.


      Los dueños de las fábricas se enfadaron mucho y llamaron al Gobierno Central, antiguo conocido, para que pusiera límites a esos "metomentodo". Una vez que el pueblo se hubo asociado y tuvo conciencia de clase, los voluntarios se marcharon —sin necesidad de órdenes gubernamentales— a otro pueblo donde poner en marcha nuevos proyectos laborales y nuevas conciencias políticas.

      Y ellos se quedaron solos, sin saber cómo vender su artesanía a unos turistas que no pasarían por su pueblo, ni de dónde podrían conseguir médicos para el hospital que habían construido; solos y desorientados entre tantas ideas y cambios de vida.

      Los directivos de las fábricas volvieron a ofrecerles trabajo; esta vez, con la mitad del salario y dos horas más de horario laboral. Aceptaron, aunque con la mirada fija, ahora que conocían su existencia, en Estados Unidos, el país del que les habían hablado los voluntarios.

      Margarita fue convencida del viaje por la apostura de un novio que tenía, no por sus argumentos. El joven había decidido irse al paraíso y a ella se le iría la vida sin él.

      A pesar de su aparente fortaleza, el novio demostró su debilidad en el trayecto. No soportó beber los orines una vez terminada el agua, ni el sudor empapando su cuerpo por el día ni el frío haciendo rechinar sus dientes por la noche. Murió en el camino y fue enterrado en la arena sin el adorno de una minúscula flor. Margarita lo vio dentro de un túmulo de arena que el viento llevaba hacia ella en un último adiós.


      De las veinte personas que viajaron juntas, solo tres sobrevivieron y, por una broma que quiso hacer el destino, fueron las tres más débiles, esas que hicieron llorar a las vecinas en lo que creían sería su despedida definitiva.


      Algo se quebró en la cabeza de Margarita por la travesía o por la pérdida del novio. Comenzó a ver ánimas que, al acompañarla, la aterrorizaban. Los dos compañeros de viaje, con un instinto natural de supervivencia, se perdieron por el campo dejándola sola.

      Vagó sin rumbo, comiendo lo que la Naturaleza le ofrecía, buscando manantiales donde beber y durmiendo al raso en un verano en el que la temperatura se mostró benévola.
      Continuó su viaje cruzando pueblos pequeños, ciudades enormes y preciosos campos. A veces a pie, a veces de paquete en una motocicleta, cuyo conductor había tenido a bien llevarla unos cuantos kilómetros, o transportada en la cabina de un camión algunos más.
      Para ella era una sorpresa cada parte del camino. Las casas blancas con un pequeño jardín, las iglesias con sus altas y picudas torres, las viñas en la lejanía y el cielo claro le parecieron el comienzo de un sueño.
      En el trayecto, trabajó eventualmente; durmió, cuando el frío arreciaba, en albergues de vagabundos; fue violada siete veces y apaleada cinco, pero supo esconderse de la policía y acostumbrarse a las ánimas que ahora la acompañaban más como amigas que como tétricas apariciones.

      Sin un nombre obsesivamente metido en su cerebro se hubiera quedado en cualquiera de los paisajes que anduvo: a los pies de una montaña, oliendo a hierba mientras pájaros y mariposas volaban sin miedo a ras de suelo; o en el pueblecito, cercano al primer motel de carretera por el que pasó, cuyas calles eran un ir y venir de gente hablando su idioma, donde se olía a cerdo con miel y no a gasolina; o en la primera gran ciudad que cruzó, llena de hombres y mujeres parados en los semáforos esperando que pitaran, como en paradas militares sin sentido, para cruzar la calle; donde los ruidos de claxon ponían prisa en las ruedas y urgencia en los pies. En cualquiera de ellos podría haberse quedado si no hubiera sabido que su destino era Nueva York, el nombre que acompañaba las enseñanzas de los voluntarios un año antes. La ciudad donde todo puede ser posible.

      Tardó más de seis meses en llegar a la ciudad soñada. En ella, conoció en un parque a una pareja de intelectuales que, al oir su historia, decidieron ayudarla contratándola como criada. Una vez que la penosa vida de Margarita fue narrada a sus amigos, la pareja decidió —dado el éxito del relato y la expectación por conocer a tan obstinada superviviente— organizar fiestas y cenas para presentarla en sociedad; en su sociedad.

      A las pocas semanas, las ánimas —acostumbradas al cielo abierto y a grandes horizontes— comenzaron a incomodarse e hicieron chillar a Margarita en plena noche. La pareja decidió llevarla a un psiquiatra, lo que a sus amigos les pareció un gesto generoso, digno de ellos. El doctor le recetó un ansiolítico, y Margarita pensó que quizá la ayudase a que las ánimas dejaran de molestarla. Pero no fue así. El medicamento, quizá por la falta de costumbre, hizo perder la paciencia a las apariciones, que se asomaron cada vez con mayor frecuencia y agresividad; hasta el día que salieron en tropel, sin la compostura necesaria, en una cena con diez invitados hablando de arte, política y emigración. No pudieron hacer otra cosa que echarla a la calle con cien dólares, su bolsa de viaje y la mirada del portero diciéndoles: “¡Ya lo sabía!”.

      Margarita deambuló durante dos días por las calles. De barrios ricos a marginales, de avenidas iluminadas a callejuelas oscuras; de vidrio, cemento y limpieza a suciedad, ratas y escombros. Al caer la noche del segundo día, se sentó en un banco, dejó su cabeza en el respaldo, con la cara levantada para que la acariciara una luna americana, gorda y satisfecha, cerró los ojos y sin saber dónde encontrar un empleo, un autobús que la llevase nuevamente a México o una ilusión, quiso morir y no lo consiguió. Aún se la puede ver deambular por Central Park con las ánimas en su bolso.


Última edición por milagros el 08 Ago 2011 16:37, editado 9 veces en total

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 Asunto: Re: Margarita, una ilusión emigrante.
NotaPublicado: 22 Jul 2011 03:43 
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Esto sí, Milagros, muy muy bueno. :clapping.gif:

¿Sabes que hay trozos en los que, no sé por qué, me he acordado de la fábula de las gallinas neuróticas?, ja ja.

Para mí la historia es buena, la estructura también. Buen planteamiento de la industrialización, el consumismo, y la ONG, etc. Hay algunos errores de técnica, como el que señala Sergio más abajo (estoy editando el post) pero todo eso se puede corregir sin problema.

Empieza a darme un poco de grima señalar este tipo de errores por sistema. Estoy planteándome comentar habitualmente sólo sobre la historia y la estructura, y dejar lo de los leísmos, acentos, repeticiones y :crazy: varios sólo para quien indique su deseo de pulirlo en colaboración. Aún así, no puedo dejar de decir que "un novio que tenía" me rasca mucho; me suena como a quien tenía un lápiz, o una chaqueta. Este tipo de detalles no me parecen errores técnicos, sino una aplicación insuficiente de la sensibilidad del escritor, sobre todo al leer. Una especie de letargo del que a lo mejor se puede despertar simplemente chasqueando los dedos.

En lo del título, de acuerdo con Pepa. Margarita va tras el novio, que es quien tiene la ilusión.

Abrazos.



EDITADO

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 Asunto: Re: Margarita, una ilusión emigrante.
NotaPublicado: 22 Jul 2011 09:12 
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Te felicito, chica, por esta historia. Clara, ordenada, pulcra. Se lee sola, fue un placer. La única pega que le pongo es el título. "Ya está ésta con lo de los títulos, pensaréis". Pues si, los títulos imprimen carácter al texto. Y hasta al autor, si me apuran. Y me parece, además, que éste no se ajusta a la historia que relata.
milagros escribió:
Margarita fue convencida del viaje por la apostura de un novio que tenía, no por sus argumentos.

Margarita no tiene la ilusión de emigrar, margarita va detrás de su hombre. Vive las consecuencias de la ilusión de otro.
Naturalmente, es una opinión muy personal que no le resta ni un apice de calidad y guapura a lo que has escrito.
Un beso

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 Asunto: Re: Margarita, una ilusión emigrante.
NotaPublicado: 22 Jul 2011 12:39 
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¡Ay! Que me diste nervios de partida: "pequeño pueblecito". No es grave. Ni siquiera es falta para muchos, pero para mí, tiene que tener clara justificación, entenderse en la misma lectura, por qué repites la idea. Ejemplo: "pequeño, diminuto pueblecito". Se está enfatizando, y es claro que el autor lo hizo ex profeso. Creo que en este caso conviene "pequeño pueblo" o "pueblecito". No cambia para nada la historia y queda más limpito.

Ahora, si lo hiciste para enfatizar, te lo aplaudo, pero advierto que algunos tarados como yo van a frenar ahí.

Y "en un diminuto pueblo de apiñadas casas de adobe", no te parece que suena bonito y dice lo mesmo. Para mí, "diminuto pueblo" enfatiza mejor que "pequeño pueblecito".

Ojo, que ya sé que coloquialmente se habla así, "pequeño pueblecito".

Ya, sigo leyendo, que promete.

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 Asunto: Re: Margarita, una ilusión emigrante.
NotaPublicado: 22 Jul 2011 23:30 
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El título pffffffff estoy de acuerdo con vosotros Intentaré pensar otro.

Ahora que lo leo en pantalla yo también veo fallos y arrugas. Mañana intentaré pulir y, por supuesto, que siempre necesito de vuestra colaboración.

Sergio, tienes razón, quería enfatizar pero mejor lo dejo en pueblecito sin ningún adjetivo.

Un abrazo a los tres


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 Asunto: Re: Margarita, una ilusión emigrante.
NotaPublicado: 23 Jul 2011 03:55 
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Registrado: 11 Jul 2011 01:31
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Tienes algunos errores en tu escrito (los cuales ya te señalaron) , pero en general tu texto es fluido y de sencilla comprensión, me agrado leerlo.

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«la ventaja de hacer el ridículo es que no se muere de ello» J. P. Sartre


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 Asunto: Re: Margarita y el sueño americano (Revisado)
NotaPublicado: 23 Jul 2011 12:17 
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Registrado: 05 May 2011 15:30
Mensajes: 1855
He suprimido los localismos (vi que se aunaba un lenguaje literario con otro demasiado coloquial), cambiado palabras, eliminado metáforas, añadidos o suprimidos signos de puntuación...
Espero que esté bien.

Gracias compañeros.


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 Asunto: Re: Margarita y el sueño americano (Revisado)
NotaPublicado: 23 Jul 2011 18:19 
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Registrado: 30 Abr 2011 23:39
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Ubicación: Barcelona - España
Hola, Milagros,

Veo que estás repasando este texto; vale la pena.

Comentar detalladamente es tedioso y lleva mucho tiempo. Me parece más práctico dar un texto alternativo, que el autor puede comparar con el suyo para ver las diferencias y valorar el porqué de cada cambio sugerido y decidir si retocar o no. Por ejemplo, me cuesta imaginar un sitio donde los niños corran por la calle a cualquier hora del día y de la noche. Cambiar locuras por caprichos, en el caso de la madre Naturaleza. O evitar la relativa reiteración de agua/aguaceros. Veo que usas el leísmo castellano, aceptado, pero entonces siempre leísmo (eso los terminó de convencer). O poner "más que el que ellos conseguían", no "más de el que ellos conseguían". O no empezar dos párrafos contiguos con la misma palabra (Margarita), o poner los puntos y aparte donde realmente hay un salto narrativo. En fin, echa una mirada, a ver si algo te sirve.

Creo que vas por buen camino. El relato es de largo recorrido y en cada fase pones el foco muy bien puesto.

Como decía Jack (y Pepa), iremos por partes, ja ja. Aquí está la primera. Si no encontraras interés en este sistema dímelo, para no hacerte perder el tiempo.

Abrazos


Margarita había nacido en un pueblecito de apiñadas casas de adobe. Niños, perros y gallinas corrían por sus calles a cualquier hora del día, salvo cuando lo hacían terribles aguaceros que las dejaban desiertas y obligaban a subirse al terrado a quienes las habitaban. Comían mal, trabajaban mucho y soportaban estoicamente los caprichos de la madre Naturaleza, que hacía temblar la tierra, o la anegaba, según su humor, llevándose todo lo que encontrara a su paso. Cuando esto sucedía, los habitantes rezaban en un rincón un rosario a la Virgen y ponían una vela a Quetzalcoatl porque nadie les había dicho, en quinientos años, que las religiones no pueden mezclarse. La información se quedaba fuera del pueblo por no existir en él televisores y las radios, más festivas, solo emitían música a todas horas; lo que al pueblo convenía, decía el Gobierno, lo que les gustaba.

Como el resto de los vecinos, Margarita no echaba en falta otras cosas que desconocía que existieran hasta que llegó la industrialización y se alzaron las fábricas. Supieron entonces de la existencia de electrodomésticos que facilitaban el quehacer diario, de vestidos tan bonitos que enamoraban a los hombres y de otros trabajos que el campo y las gallinas.

Que les llamaran operarios fue determinante para introducirse en el nuevo mundo de la industria. El salario obtenido en un mes era diez veces mayor que el que ellos conseguían en un año con la venta de las cosechas; eso terminó de convencerles. Trataron de ser felices en su nueva vida, aunque el dinero no les llegase a fin de mes, gastado en la compra diaria en el economato que abrieron los directivos de las fábricas y en pagar las cuotas de los objetos que se apresuraron a almacenar.

Para enmendar la situación llegaron los voluntarios de una ONG norteamericana, que les cambiaron el nombre de operarios por el de explotados y les enseñaron, con fotografías y discursos, lo bien que vivían, los coches que manejaban y el dinero del que disponían las gentes que habían formado cooperativas en otros lugares. Se asociaron entonces los vecinos siguiendo sus consejos y volvieron a tejer, como cincuenta años atrás, chales multicolores, tapices llenos de pájaros y cinturones de cuero con florecitas bordadas en hilo de lana. Los dueños de las fábricas se enfadaron mucho y llamaron al Gobierno Central, antiguo conocido, para que pusiera límites a esos "metomentodo". Una vez que el pueblo se hubo asociado y tuvo conciencia de clase, los voluntarios se marcharon —sin necesidad de órdenes gubernamentales— a otro pueblo donde poner en marcha nuevos proyectos laborales y nuevas conciencias políticas.

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 Asunto: Re: Margarita y el sueño americano (Revisado)
NotaPublicado: 24 Jul 2011 12:45 
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Registrado: 05 May 2011 15:30
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Corregido.

Éste sistema que creí no me servía (¿recuerdas que te lo dije en una ocasión?) sí ha resultado, aunque me quedan dudas que no sé si preguntarlas en privado, si no sirven a nadie más, o en general para todos.

Mil gracias, Fernando.


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 Asunto: Re: Margarita y el sueño americano (Revisado)
NotaPublicado: 24 Jul 2011 15:07 
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Registrado: 30 Abr 2011 23:39
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Ubicación: Barcelona - España
Sí lo recuerdo, Milagros, por eso te preguntaba. Este método tiene por inconveniente que no se fundamenta nada de lo que se modifica, y por ventaja que, precisamente por eso mismo, requiere más atención y dedicación por parte del autor. En realidad es al contrario del argumento que tú una vez me comentaste: darlo todo masticadito. Lo da masticadito el que comenta con detalles. En este sistema de texto propuesto está todo por roer, fomenta el repaso y la relectura, y el resultado sigue estando en manos de la habilidad del autor para detectar las diferencias, los motivos y sopesar sus propias soluciones.

Cuando el autor da su versión posterior a todo eso ya no habría más que decir. Pero comentaré unos pocos puntos, sin ánimo de entrometerme más, en esta ocasión:

...su paso.
Nada importante...

Este punto y aparte, ¿por qué, entre dos frases tan estrechamente relacionadas?

Los habitantes, hasta que esto pasaba, rezaban
Pasaba en el sentido de sucedía o pasaba en el sentido de quedaba atrás. Creo que el segundo, ¿no?, pero es lo bastante indeterminado para crear titubeo en una primera lectura.

Margarita no echaba en falta otras cosas que desconocía que existieran, hasta que llegó la industrialización...
Margarita no echaba en falta otras cosas que desconocía que existieran hasta que llegó la industrialización...
En el primer caso, Margarita no echaba en falta hasta que llegó la insdustrialización. Que desconocía que existieran sería un inciso y tendría que ir así:
Margarita no echaba en falta otras cosas, que desconocía que existieran, hasta que llegó la industrialización...
En el segundo, Margarita no sabía que existían esas cosas hasta que llegó la industrialización. Fíjate en la diferencia, son cosas distintas. Esta idea me pareció más redonda y encaja mejor con lo que sigue, por eso te sugerí quitar la coma.

Siguieron felices...
Para enmendar tanta penuria...

Felices, felices, no da la impresión de que lo sean, ni al principio ni cuando no les llega el sueldo a fin de mes. Cabe, entendiendo por felicidad una vida sin complicaciones, sencilla en la pobreza, que se rompe con la llegada del salario, las deudas y el sueldo corto. En el párrafo siguiente se pasa a hablar de "tanta penuria", extremo opuesto, sin que el relato conduzca al lector de una punta a la otra. Creo que habría que dar una continuidad lógica a esa parte del relato, que es quizá el punto más débil.

...el dinero que administraban...
Administrar no me parece la palabra que mejor encaje. Era suyo, ¿no? Del que disponían, ya serían tres "-ían" seguidos. Quizá manejaban, o gastaban, o ganaban... cualquier verbo que acabe en -ar.

Yo creo que los cinturones de cuero no se tejen, si acaso se trenzan o algo así; de eso tampoco yo me di cuenta en la lectura anterior. Esa parte podría quedar, por ejemplo, así:
...y volvieron a tejer, como hacía cincuenta años, chales multicolores y tapices llenos de pájaros, y a adornar cinturones de cuero con florecitas bordadas en hilo de lana.

Celebro que hayas encontrado utilidad. La historia es muy buena en sí misma, ahora sólo se trata de que quede bien suave a la lectura. ¿La repasaste toda?

Las dudas que tengas puedes comentarlas como prefieras, MP o aquí; quizá aquí sería más propio pues todos podríamos opinar y aprender.

Cuando des por terminado este trozo seguiremos adelante, si te parece bien.

Abrazos

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