Letras entre amigos

      Esa tarde había estrenado mi primer coche: un precioso deportivo de color gris metalizado. Para probarlo, decidí recorrer la isla donde resido. En su parte norte, la carretera transita de manera sinuosa sobre los acantilados que descienden bruscamente hacia el mar. Es una zona de ventisca constante pero de gran belleza. Me dirigí hacia allí. La noche empezaba a vestir el paisaje con velos de luto. Quería saber si las luces del nuevo vehículo iluminarían con la intensidad que yo deseaba. Una ligera neblina ascendía pegada a la roca y fue la ocasión perfecta para probar los faros antiniebla.

      A lo lejos, pude distinguir la silueta de una mujer vestida de blanco que caminaba hacia mí por el borde de la carretera. Al ver que me acercaba, extendió los brazos y ofreció sus manos abiertas. Me extrañó encontrar a alguien por aquellos parajes desiertos. Paré junto a ella y le hice señas para que subiera. Se sentó a mi lado, pero apenas pude ver su rostro oculto bajo una tupida cabellera. Arranqué y aceleré con fuerza ante una curva cercana para impresionar a mi acompañante. ¿Cómo te llamas?, le pregunté. Giró la cabeza y me miró fijamente. Entonces pude ver sus ojos enrojecidos y la extraña palidez de la cara. Sentí que mi vehículo flotaba en el aire. Fueron solo unos segundos, después todo se confundió: golpes, estruendo y vueltas de campana hasta que de pronto, lentamente, me adentré en un mundo frío, ingrávido y silencioso. Y yo estaba feliz porque esa tarde había estrenado mi primer coche: un precioso deportivo de color gris metalizado. Para probarlo, decidí recorrer la isla donde resido. En su parte norte, la carretera transita de manera sinuosa sobre los acantilados que descienden bruscamente hacia el mar. Es una zona de ventisca constante pero de gran belleza. Me dirigí hacia allí. La noche empezaba a vestir el paisaje con velos de luto. Quería saber si las luces del nuevo vehículo iluminarían con la intensidad que yo deseaba. Una ligera neblina ascendía pegada a la roca, y fue la ocasión perfecta para probar los faros antiniebla.

      A lo lejos, pude distinguir la silueta de una mujer vestida de blanco que caminaba hacia mí por el borde de la carretera. Al ver que me acercaba, extendió los brazos y ofreció sus manos abiertas. Me extrañó encontrar a alguien por aquellos parajes desiertos. Paré junto a ella y le hice señas para que subiera. Se sentó a mi lado, pero apenas pude ver su rostro que ocultaba bajo una tupida cabellera. Arranqué y aceleré con fuerza ante una curva cercana para impresionar a mi acompañante. ¿Cómo te llamas?, le pregunté. Giró la cabeza y me miró fijamente. «Soy la muerte», respondió con tono sereno. Y yo me sentía feliz porque esa tarde había estrenado mi primer coche: un precioso deportivo de color gris metalizado…

(Versión alternativa)

      Esa tarde había estrenado mi primer coche: un precioso deportivo de color gris metalizado. Para probarlo, decidí recorrer la isla donde resido. En su parte norte, la carretera transita de manera sinuosa sobre los acantilados que descienden bruscamente hacia el mar. Es una zona de ventisca constante pero de gran belleza. Me dirigí hacia allí. La noche empezaba a vestir el paisaje con velos de luto. Quería saber si las luces del nuevo vehículo iluminarían con la intensidad que yo deseaba. Una ligera neblina ascendía pegada a la roca y fue la ocasión perfecta para probar los faros antiniebla.

      A lo lejos, pude distinguir la silueta de una mujer vestida de blanco que caminaba hacia mí por el borde de la carretera. Me extrañó encontrar a alguien por aquellos parajes desiertos. Paré junto a ella y le hice señas para que subiera. Se sentó a mi lado, su rostro era pálido y mostraba una belleza extraña. Arranqué y aceleré con fuerza ante una curva cercana para impresionar a mi acompañante. ¿Cómo te llamas?, le pregunté. Giró la cabeza y me miró fijamente. No respondió, tan solo me dirigió una funesta sonrisa. No le di importancia. Estaba feliz porque esa tarde había estrenado mi primer coche: un precioso deportivo de color gris metalizado. Para probarlo, decidí recorrer la isla donde resido. En su parte norte, la carretera transita de manera sinuosa sobre los acantilados que descienden bruscamente hacia el mar. Es una zona de ventisca constante pero de gran belleza. Me dirigí hacia allí. La noche empezaba a vestir el paisaje con velos de luto. Quería saber si las luces del nuevo vehículo iluminarían con la intensidad que yo deseaba. Una ligera neblina ascendía pegada a la roca, y fue la ocasión perfecta para probar los faros antiniebla.

      A lo lejos, pude distinguir la silueta de una mujer vestida de blanco que caminaba hacia mí por el borde de la carretera. Al ver que me acercaba, extendió los brazos y ofreció sus manos abiertas. Me extrañó encontrar a alguien por aquellos parajes desiertos. Paré junto a ella y le hice señas para que subiera. Se sentó a mi lado. Arranqué y aceleré con fuerza ante una curva cercana para impresionar a mi acompañante. ¿Cómo te llamas?, le pregunté. Giró la cabeza y me miró fijamente. «Soy la muerte», me respondió. Sentí que mi vehículo flotaba en el aire. Fueron solo unos segundos, después todo se confundió: golpes, estruendo y vueltas de campana hasta que de pronto, lentamente, me adentré en un mundo frío, ingrávido y silencioso. Y yo me sentía feliz porque esa tarde había estrenado mi primer coche: un precioso deportivo de color gris metalizado…

Saludos desde Tarragona - España / Salutacions des de Catalunya - Espanya
Los halagos ensalzan nuestro ego, pero una crítica constructiva nos hace más sabios. JGM.

Hola, Jósgar,

Atrapado en el coche, atrapado en ese ciclo que, aunque sólo con dos vueltas, se intuye sin fin. Todos los temas perimortem son siempre inquietantes; nadie ha vuelto para contar de qué va y, aunque creo que la mayoría intuimos que será como dormirse o perder el conocimiento, y la mayoría de los que han estado bastante cerca del más allá sin llegar a cruzar la raya lo confirma, también hay algunos que hablan de la famosa luz y otras cosas más raras. Nada puede salirse de los límites de su propia dimensión, quizá uno mismo no pueda salir de los límites de su propia vida. Nunca se sabe, hasta que llega la hora.

Yendo al relato, me parece repasado a medias, quizá uno de esos retos que estáis haciendo en Prosadictos. Hay detalles que creo que se podrían afinar, por ejemplo:

-Peugeot gris metalizado. Marca y color, y no es Porsche precisamente. Se intuye un coche potente, que al protagonista le hace tanta ilusión. Pero no se dice, podría ser un 106... Para no recargar la idea citando modelos y demás, podría decirse un deportivo gris metalizado. O dar una marca que ya tuviera esa connotación de poderío.

-Decidí recorrer la isla. Parece un cambio de tema. La idea es que el protagonista sale a probar el coche por los acantilados de la parte norte, al caer la noche pues quiere probar tambien el alumbrado. Creo que habría que enfocar el relato directamente hacia ahí.

-Quería saber si la iluminación del nuevo vehículo alumbraba con la intensidad...
La iluminación del coche se sobreentiende que es la iluminación interior. Lo de los focos se llama alumbrado. No veo que tenga un sentido especial, pero es la costumbre. Cambiaría esos términos: Quería saber si el alumbrado del nuevo vehículo iluminaría con la intensidad...

Por otra parte, en esa misma frase, hay un error frecuente: poner pretérito en lugar de condicional. O un lapsus.

-Algunas descripciones podrían ser más precisas; el lector tiene que "ver la película". Por ejemplo no se dice si la mujer va o viene, y lo de la mano extendida tampoco está muy claro. ¿La mano, o el brazo? Después se dice que hace autoestop y eso resulta más descriptivo que todo lo demás. O "llevaba el pelo mojado por la humedad reinante", ¿se quiere decir que llueve? Porque el pelo, por la humedad sólo, no toma aspecto de mojado. También hay un momento en que la llamas "chica", cuando ya el lector la ha imaginado a su manera (a falta de más datos) y quizá no precisamente como a una chica.

En cuanto a la estructura, los dos bucles sólo difieren en que en el primero la mujer desaparece y él se precipita al mar, mientras que en el segundo la mujer lo asusta con su grito que anuncia que es la Muerte. La primera parte diría que es el hecho que sucede, la segunda el primer bucle donde, por estar ya él muerto, la Parca se manifiesta. Ese grito de "Soy la muerte" no me convence nada, forzadamente explícito sin necesidad. El lector ya está intuyendo, y si no, pues allá él. A mi juicio quedaría mejor la repetición idéntica del primer párrafo.

La idea no es muy original pero se presta a un ejercicio interesante.
Saludos

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para siempre toda vida física

Buen cambio, Jósgar. Ahora sólo me rasca un poco eso que puse en cursiva, que ya estaba antes pero olvidé comentarlo. La idea me parece buena: después de la velocidad, el estruendo, los golpes y demás, caer al agua tiene que ser como un remanso de paz. Como entrar en otro mundo, a cámara lenta, frío y en silencio. Pero esas cinco palabras creo que no reflejan lo que quisiste decir. Si retocas eso diría que quedará un relato bastante digno.

Saludos

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He leído con atención el relato, así como los comentarios.
En el primer párrafo el narrador cuenta la ilusión por probar su coche nuevo.El lector sabe que ocurrirá algo y sigue la historia. Nada hace adivinar lo que vendrá después.

En el segundo párrafo, la mujer vestida de blanco anticipa lo que pasará al decir su nombre y describir su silueta. Ya adivina el lector que tendrá un accidente.

El tercer párrafo es, cierto, un bucle que pone al accidentado en dos planos paralelos. Y, para mi gusto, el más logrado.

Yo, Jósgar, no explicitaría en el segundo párrafo lo que pasaría en el tercero. No describiría a la Muerte como muerte y haría creer al lector que es una autoestopista, sin brazos, ni manos abiertas ni cara oculta por la cabellera, sólo una mujer vestida de blanco.

Creo que, con ello, evitaría al lector suponer lo que pasará y terminar la lectura y, con ello, perderse el final que me parece muy acertado.

La repetición del segundo y tercer párrafo lo dejaría como está, salvo lo que te comenté antes.

Obviamente, es una visión subjetiva,

Un abrazo Jósgar y bienvenido.

Hola, creo que no me expliqué bien. La frase:

un mar que acalló para siempre cualquier vestigio de vida

va orientada a explicar que él muere, supongo. Pero literalmente dice que el mar acalló para siempre cualquier vestigio de vida y, al leerla, la interpretación directa fue que en el mar no había vida, y eso me rascó, pues el mar es la cuna de la vida y sigue albergando una buena parte de ella.

En casi todos los relatos hay alguna frase que se pone complicada, creo que en el tuyo es ésta. Tampoco me parecería un acierto "un mar que acalló para siempre cualquier vestigio de su vida", por ejemplo, aunque ya no rascaría por el mismo motivo sino por hiperbólica. Quizá habría que quitarle énfasis (lo de cualquier vestigio) y hasta ser menos explícito, dejando que el lector sobrentienda que él murió sin llegar a decirlo.

Otra frase que la primera vez que la leí me chocó es "No me importó", al final del ciclo. No digo que esté mal, sólo que le atribuye al protagonista una consciencia de lo sucedido (implica que sabe y no le importa), una mirada atrás que trivializa. No sé si era ésa tu intención. Me parece que debería evitarse un nexo que justifique. Una simple "Y" podría ser bastante. Y poner sujeto, si no hasta casi el final de la frase no sabemos quién estaba feliz, si "yo" o "él". Más o menos esto:

Fueron solo unos segundos, después todo se confundió: golpes, estruendo y vueltas de campana hasta que de pronto, lentamente, me adentré en otro mundo frío, ingrávido y silencioso. Y yo estaba feliz porque esa tarde había estrenado mi primer coche: un precioso deportivo de color gris metalizado…


Saludos.

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