La primera vez que vi una aurora boreal sólo pude pensar: y ahora qué. Porque ¿qué carajo me había llevado hasta esa tierra gélida, pelada y solitaria en la que se desmoronaba el orden circadiano de mis ritmos internos?. Una vikinga, claro. Y una borrachera y una mala cabeza y un billete de ida para verla y para arriesgarme a volver a escuchar lo que ella ya me había dicho con claridad en España: que todo entre nosotros se había acabado, que yo sólo había sido el entretenimiento que necesitaba para distraer el aburrimiento de aquellos viajes de negocios. Y todo ese lío en el que me encontraba era porque no la había creído y porque necesitaba hacerla pasar por la cinematográfica prueba de pedirle que me dijera, mirándome a los ojos, que no me quería. Y mientras miraba por primera vez aquel cielo preguntándome qué demonios iba a hacer, seguía creyendo que ella, pese a mirarme fijamente mientras me mandaba al cuerno, no lo hacía de verdad. Y ahora qué, me preguntaba ciscándome en ese revoltijo de días y noches que no lograba discernir sin la ayuda de mi reloj de pulsera. Y ahora qué.

La primera vez que vi una aurora boreal sólo sabía hacerme aquella pregunta. Y ahora, tantos años después, abro el cajón de la mesita, cojo el antifaz, me cago en la puta aurora y abrazo a la vikinga que duerme tranquila a mi lado.

Aunque queda claro (i lo lees y no anticipas como me pasó a mí) que la conquistó; hay un poso de tristeza que no explicas:

Aunque se abraza a la vikinga, lo rojo le da una tristeza. Tantas noches de día fastidia pero si tiene al amor a su lado ni se piensa en ello. Hay tres lecturas:
1. Ha dejado de amar a la vikinga.
2. Sigue amándola pero no soporta tantos días y tantas noches continuadas.
3. Por alguna razón (si fuera alguna de las dos anteriores) no inicia otra nueva vida. Se conforma.

Es una preciosidad de relato, Belén, pero le falta algo al final o le sobra lo rojo.

Un abrazo.

Hola Pepa, a mí me gusta bastante.

En el final cada cosa tiene su motivo:

Y ahora, tantos años después, abro el cajón de la mesita, cojo el antifaz, me cago en la puta aurora y abrazo a la vikinga de la dura mirada que duerme tranquila a mi lado.

cojo el antifaz, me cago en la puta aurora >> él se quedó en el Norte. Va a dormir, es de "noche" pero hay luz solar, de ahí que coja el antifaz para cubrirse los ojos y se cague en la puta aurora y en el sol que la parió y que no se oculta en buena parte del verano. Esto no tiene nada que ver con su amor por la vikinga. Si se hubiese enamorado de una batusi se cagaría en las putas vacas y los mosquitos, y se envolvería en la mosquitera.

Lo de la dura mirada fue un añadido que pusiste para dejar claro que era la misma vikinga de la que habla antes. Para mí eso sí sobra, porque sería muy enrevesado que fuese al Gran Norte para conquistar a una vikinga, no lo lograse, y acabara con otra... Si se entiende que él se queda allí, y se entiende, lo de la dura mirada sobra.

Un monólogo con humor, con una historia de amor felizmente resuelta, una obrita menor muy simpática.

Abrazos

Me olvidaba: Y ahora ¿qué? (aparece en varios sitios)

Lo de tantos años después explica el tono del humor, en esa fase de la pareja en la que el amor, ya auténtico, no impide que las verrugas sean verrugas, no lunares, ni las auroras sean putas auroras, por muy boreales que las pinten.

Qué dije obrita... Obrón quise decir, ja ja ja.

Feliz fin de semana para ti también.