Recuerdo, Belén, este relato de cuando te llamaba Pepa. Y lo recuerdo, primero, porque tuve el honor de que me lo dedicaras y, segundo, porque ha sido uno de los relatos más bellos, dulces y tiernos que yo he leído.

Ese amor más allá de la muerte, el dolor que le acompaña, no un dolor y un amor a gritos; va más allá, más profundo e íntimo. Querer dibujar su estatura, ver la realidad de un brazo roto en el hueso que sólo es el de él, la dentadura y el placer que le proporcionó...¡tanto sentimiento!

Pero no existen esos huesos; la ceniza ...mejor cambiarla por monedas de chocolate de recuerdos.

¡Qué bonito! Te felicito de corazón.

Un abrazo. Puedes sentirte orgullosa de tu obra.

Un magnífico relato, Belén, lo recuerdo de otro foro, no sé si de Prosa o de Proso.

Sobre lo que dice José, es verdad que algo de eso veo en el fondo, pero muy en el fondo. Y no es contradictorio con el gran amor que el texto muestra; se siente como algo más visceral. ¿Sabes qué es lo que me ha hecho notarlo? No son bombones, ni caramelos, son monedas de chocolate.

Supongo que ésa era tu intención, y no se me ocurre un modo más sutil de decirlo. Mi enfoque no ve feminismo, sino machismo, la vertiente "buena" del machismo por la que se salvaron las mujeres del Titánic, y no los hombres, o se cedía el asiento y hasta la chaqueta si levantaba aire. Es una dependencia, un amor profundo que, además, siempre tiene algo de apego práctico. ¿Hay algo más machista?

Enhorabuena por haberte estrenado en el blog de LEA con este magnífico cuento. Y gracias.

Abrazos

Me obligais a entrar otra vez.

Que son de las cavernas, Belén, que necesitan Ja, ja, ja.

Yo tampoco hubiera pensado nunca en el lado materialista de las monedas de chocolate, justo al contrario. Cuando era pequeña, los bombones y las tabletas de chocolate eran algo normal, pero las monedas........... ¡las monedas, no! se compraban como premio a cosas muy, muy importantes. Sólo había una marca, Nestle, y eran caras.

Un abrazo.