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El hombre de los zapatos blancos y el traje a rayas caminaba sospechosamente despacio entre el ir y venir apresurado del gentío que llenaba la avenida, aquel sábado por la tarde. Aunque habían llovido cuatro gotas, el asfixiante calor no cedió un ápice. Lo observé cruzar la calle, pausadamente, aún lejano, y tuve la sensación de, que entre las decenas de personas que me rodeaban en la terraza del bar, el hombre venía derecho hacia mí. Quizá un aire familiar en sus facciones, quizá una premonición sin base alguna... A medida que avanzaba lo pude ver mejor. Incómodo, apuré el café que quedaba en la taza e hice una seña al camarero, pidiendo la cuenta. Cuando volví la vista hacia el hombre de los zapatos blancos, nuestras miradas se cruzaron. Entonces ya no tuve ninguna duda: Aquel tipo venía dispuesto a matarme.[/justificar]