I. Palabras, amigos íntimos del escritor, arrasemos el mundo e inventemos otros planetas para implementar las letras impredecibles. Son infinitas tus tintas. Hagamos un tú y yo. Rayemos el planeta. Sólo con mi lápiz tocaremos el profundo mar sin ahogarnos y la lava sin quemarnos. Innovemos el sistema solar y vayamos a vivir al sol y a quemar la tierra. Eres el filo de espada que corta la tierra en dos, devoremos cada parte por iguales. A veces necesitamos un remedio idóneo para curar la fatiga de las palabras. Hace poco se me enfermaron algunos escritos. ¿Tú crees que ellas no lloran? Por ellas somos comprendidos, por ellas sabemos besarnos sin tocarnos. Son tantos beneficios los que nos brindan, aunque a veces desean acabar con la humanidad y acabar la desigualdad. Sus pensamientos se balancean en los cuatro puntos cardinales. Te hacen llorar cuando menos lo esperas. Por ellas soy lo que soy. ¿Qué sería el mundo sin ellas? Sólo estatuas ambulantes. No, algo peor. Seríamos las profecías dichas por nuestros ancestros. Ninguna palabra cobra vida hasta que no haya sido resucitada. Todos estamos muertos pero ellas nos reviven, nos animan, nos quitan el aliento cuando queremos expresar lo que el alma desea decir. Hagamos un experimento, ¿qué pasaría si cada palabra fuese quemada? ¿Qué pasaría si se borraran automáticamente? ¿Qué hay que esperar en medio de esta alucinación? Estoy en contra de callar mi dolor porque nunca encontraré una excusa para desbaratar los mensajes que circulan por mis venas. Corran palabras, no se detengan, no vean atrás porque se convertirán en piedras, no detengan su propósito, no le presten atención al racionamiento –ese individuo apaga la imaginación- No presten atención a las señales de tráfico. Chóquense entre sí. Hagan una fiesta por cada miembro que se una a su familia. No hagan exclusión de personas, presten atención a cada modismo y estilo de sus semejantes. No reprochen la fuente de su existencia. He aquí yo, me rindo ante su sonoridad y potencia que plasman en cada tuétano de mis huesos. Hagan de mi mano su mensajero. Quiero ser el elegido para invocar todas sus formas con total expresividad. Desde tiempos inmemoriales han cambiado el mundo. Quiero ser otro que manifieste el deseo incalculable de tus verdades a medias o medias verdades. Escuchen, cada vez que escribo no es un tic, ni es un toc, es la orgía entre ustedes. Reprodúzcanse cada vez más para que así yo las cifre y las desnude, las moldee y las lleve a pasear por el paraíso de mi imaginación. No quiero aprenderme todos sus nombres, sólo quiero perderme en el huerto de su Edén y mandar una señal de existencia al mundo de los vivos. II. Otro juicio que reclamo es porque no buscan como engañarse entre ustedes. Palabras asesinas, melancólicas, bailongas, falsas, incautas, puras, inciertas, pleonasmos, engañosas, insignificantes, tentadoras, provocativas, pintoras, arquitectas, diseñadoras del ayer y menos del hoy, sádicas, mudas, inmutables, desperdigadas sin razón. El halago es parte de tu orgullo. El miedo es parte de tu maldita forma de amar. Llevo a apenas un centímetro de grafito y ya hemos procreado algunos hijos. Somos un dúo inseparable, estás tan impregnada en mí. Me encanta besar tu mano porque tu piel se anestesia a la temperatura de mis labios. ¡Oh palabras! Hasta el día de hoy has desconocido mis intenciones. Te las diré tan claras como el agua. Quiero saber dónde guardan su casa matriz, dónde se encuentran las palabras que nunca verán la luz del día, dónde las asesinan y les cortan su cuello, dónde nacen sus próximas generaciones, dónde almacenan su más preciado tesoro. ¿Quién puede responder a todas mis preguntas? ¿Quién pueden atenderme si no encuentro a su mayor representante? ¿Dónde están sus soldados que acribillan la sordera de los escépticos? No espero una respuesta pronto. Sólo espero en un bucle silencioso donde se repite la misma historia. He perforado distintos orificios en mi cuerpo para que introduzcan en mí los hilos de las palabras que controlen mi andar, que balancean la energía sinérgica del ciclo de la vida. Este última confesión no me atrevo a decírselas, hay un bloque de hierro que pausa mi lápiz. Me siento como un inválido sin poder mover este sentimiento enfermizo, apológico y raquítico. Es el “clac, clac” de un clavo penetrándome, lo que emana de la abertura no es sangre ni dolor, no es una embriagante agonía…es…es la soledad que no me deja descansar ni un segundo de mi vida. Las flores de mi jardín se han marchitado. No sé qué les pasa. Las abejas ya no quieren producir miel por la sequía que están pasando. Una voz me dijo que hablara, que no callara las palabras de los mudos, que picara con un alfiler el miedo que encontraba dentro de mí. Le presté atención a sus palabras y resulta que no me basta esta vida para expresar lo que siento. Creo que ya están más que condecoradas las palabras, este fue solo un pequeño conversatorio en el que uno del tú y yo se transformó en una especie de mutación alienígena.
Po Reyes.
_________________ Las limitadas palabras siempre será un juego de malvados.
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