El mundo de las palabras es complejo, como todos los mundos antiguos. Algunas son muy viejas; otras, recién nacidas, aún no tienen ni documentación. En el cementerio reposan las que no soportaron el paso del tiempo. Olvidadas, las que no tuvieron descendencia; otras, perviviendo en sus vástagos.
La historia del mundo de las palabras es tan antigua como el hombre. Cada grupo de hombres tiene su mundo de las palabras particular, aunque las fronteras son bastante permeables; las palabras viajan constantemente. Recién llegadas, sin papeles, deben inclinarse ante las demás como muestra de respeto. Después, pasado un tiempo, se les da carta de naturaleza y pueden ir erguidas junto a las otras. Con los años no se las distingue, aunque hay quienes se encargan de recordar su origen: ésta viene de allí, la otra de allá... En general todas han llegado de alguna parte. O son hijas de otras más antiguas.
Existen también las clases sociales; palabras distinguidas, envaradas, y palabras campechanas de costumbre más vulgar. Las primeras se dejan ver menos, como corresponde a su alcurnia. A menudo dentro de la misma familia hay diferencias. Perro y Can son palabras hermanas. Can se ha vuelto cursi, hace mucho tiempo que apenas se la ve. Pero se consuela pensando que ha tenido hijos más distinguidos que su hermana. Ella muere pero sus hijos gozan de buena salud. Canino, por ejemplo. Estas palabras desgastadas se refugian a menudo en las ciencias, que saben combinar como nadie lo nuevo con lo antiguo.
La amistad es importante en el mundo de las palabras. Algunas tienen una estrecha relación desde que un día, sin que se sepa cómo, se conocieron. Así, Vuelo conoció a Majestuoso. Se cayeron bien y andan siempre juntas. Como Hambre, una palabra antigua y terrible, y Canina, la hija de Can. Día y Espléndido también hacen buenas migas. Lobo y Feroz, Alta y Cumbre... Hay muchas parejas de hecho. Con ellas han de tener cuidado los escritores. También hay matrimonios, cuando la documentación las une para siempre. Tanto y Cuanto se casaron hace mucho tiempo. Hasta hay palabras siamesas, como Sin y Embargo. Pero ése es otro cantar.
A veces suceden cosas extrañas en el mundo de las palabras. Acuario y Piscina salieron a cenar una noche. En el restaurante, dejaron sus chaquetas en el guardarropa pero, al salir, se confundieron y las intercambiaron. Por eso en las piscinas no hay peces y en los acuarios hay mucho más que agua. Otras veces las palabras se ponen un antifaz que hace difícil reconocerlas. Como Pordiosero, que quiere disimular que una vez pidió por Dios.
Este mundo antiguo, el de las palabras, cambia a menudo. Hace muchos años hubo un gran continente que poco a poco se fue dividiendo en territorios más pequeños, lentos cambios que, partiendo de un origen común, llegaron a hacer incomprensibles unas zonas con otras. Ahora, sin embargo, se tiende a lo contrario. Las palabras nuevas abarcan muchos territorios a la vez. Y es que el mundo de las palabras tiene mucho que ver con el mundo de los hombres.
© Fernando Hidalgo Cutillas 2014
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