Hola, Eduardo.
Este es uno de tus escenarios conocidos: la habitación de hotel, con su mesilla, su Biblia, sus vistas al bosque y su pareja atípica. Tienes algunos cuentos ambientados así y siempre me gustan.
La habitación de un hotel es un sitio impersonal, frío, de paso. No es un hogar, ni siquiera un domicilio. El asunto de la Biblia podría sugerir fácilmente religiosidad, pero casi siempre que lo sacas, más me sugiere desesperación, lo sagrado como último recurso de quien ya no tiene nada más a lo que acudir. La ambientación es muy buena. Desarraigo y no hay esperanza.
Lo había hecho otra vez, y a escondidas. Un suicidio varias veces intentado y ninguna conseguido, esta vez sin ruido, a escondidas, lo que hace pensar que otras veces no fue a escondidas, sino tras broncas, gritos, etc. Ella va pareciendo una loca neurótica, quizá depresiva o simplemente chantajista, infeliz sin duda. Dominante. Y él un dominado. Tenemos al hombre despierto y a ella dormida, con el vaso y el frasco vacíos, dando a entender que algo tomó. O quizá no. La reacción del hombre es muy calma, como que no se lo cree, o no le importa mucho. Es posible que haya ido ya muchas veces a buscar al médico por unas pastillas que se tomó... o quizá no. Entre la hartura y el afecto, o la doma, la abriga y sale.
Prisa no se da. Se toma el café, va tranquilamente, se entretiene con el caballo... Está claro que el caballo es como una metáfora o alter ego. ¿De la chica? ¿De él mismo? Un caballo viejo y derrotado que avanza —después lo sabremos— hacia la muerte. Más parece él. Con suficiente valor estético, al menos a los ojos del prota, para que se entretenga a hacerle unas fotos. Y se vuelve a entretener repasándolas. Le recuerda a algo que ve a diario. Va por fin a casa del médico, que no está, y entonces le entran las prisas. Como si hubiera calculado la tardanza hasta ese momento, pero no la inesperada ausencia en el parto.
Vuelve como un loco y...
—Aún no me muero—dijo— Él murió en mi lugar.
Recién entonces recordé vagamente lo que quería recordar. Que a todos, alguna vez, nos tocará morir.Yo diría que el caballo es el hombre, que "muere" en lugar de la chica. Porque ella tiene la situación dominada, duerme, se levanta, desayuna... Mientras él pasa la noche en duermevela, siempre pendiente de ella, buscando al médico, etc. Una vampiresa energética. Pero no estoy seguro de que sea esa la lectura correcta, y en caso de serlo habrá un porcentaje de lectores que no lo captarán así. En tu lugar, yo repasaría el cierre, que aflore más la intención, más redondo. Sugiriendo, no diciendo, el aforismo final. Me refiero a algo así:
—Él murió en mi lugar.
Recién entonces recordé vagamente lo que quería recordar. Pero tú, cuando te pongas a pensarlo, seguro que lo rematas mucho mejor.
Te comento que "recién entonces" es un localismo muy chocante en España. He estado mirando y me ha gustado mucho descubrir el significado que le dais.
Recién entonces recordé vagamente lo que quería recordar >> Solo entonces recordé vagamente lo que quería recordar.
Citar:
recién
Apóc. de reciente.
1. adv. recientemente. Recién salido. Recién puesta. En Am., u. t. antepuesto al verbo en forma conjugada. Recién lo vi entrar en el cine.
2. adv. Arg., Bol., Col., Cuba, Ec., El Salv., Guat., Hond., Nic., Par., Perú, R. Dom. y Ur. apenas (‖ escasamente, solo). Recién cuando estuve dentro me di cuenta. Vicenta tiene recién una semana en casa.
3. adv. Bol., Col., Cuba, Ec., El Salv., Guat., Hond., Méx., Nic., Perú, R. Dom., Ur. y Ven. apenas (‖ en cuanto). Lo vi recién llegó. Anemia del recién nacido
Es un gran cuento.
Abrazos.