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 Asunto: Pequeñeces
NotaPublicado: 13 Abr 2017 22:40 
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Pequeñeces

Andi me avisó que estábamos invitados a cenar con su nuevo jefe, un tal Favre. Era misma noche.
— ¿Quién más va? — pregunté.
—Nadie, solo nosotros. Por supuesto que estará su esposa— repuso.
Eso me intranquilizó. Sería la única además de ella, y probablemente ambas nos aburriríamos observando de reojo la ropa de la otra o hablando de generalidades sobre casi nada.
Andi nunca hablaba de su trabajo salvo cuando alguien de la compañía lo invitaba a cenar. Tenía sus razones para no hablar de ese tema: en los últimos cuatro años había cambiado de empleo y de jefe varias veces. Una vez le pregunté si no sería él quien generaba los problemas. Reaccionó de mala manera, como un adolescente enfurruñado. Yo también tengo el genio bastante jodido y peleamos, de forma que nunca más toqué el tema. Lo que puedo decir es que yo conservo mi empleo desde antes de irnos a vivir juntos y guardo aparte lo que puedo ahorrar. Salvo en los períodos en que él queda desocupado y cargo con todos los gastos.
He llegado a pensar que lo pasaría mejor sola. Me basto para eso pero tengo mis debilidades y una de ellas es Andi, cosa que a veces me reprocho a mí misma. Yo soy su mujer, no su madrecita querida que lo parió y malcrió.
La cuestión es que estos avisos de última hora eran típicos de Andi. Me llevó veinte minutos decidir qué ponerme. Elegí algo entre formal e insinuante: una chaqueta sastre y minifaldas. Mi punto fuerte son mis piernas.
El chalet de Favre no estaba nada mal. Una podía adivinarle el saldo en el banco.. Nosotros vivíamos en un departamento de tercer piso, sin ascensor ni hijos todavía, y eso nos parecía suficiente por el momento.
El mismo Favre nos abrió la puerta. Apenas lo conocí me sorprendió su amable sobriedad. Mientras Andi me presentaba apareció la esposa de Favre.
Se llamaba Miranda. Vino hacia nosotros como si nos conociéramos de años. Estaba descalza, vestía unos jeans y un blusón tipo hippie, y se movía como una adolescente. Tenía un perfume dulzón y hablaba solo lo necesario. Después de saludarnos corrió a ponerse unas zapatillas blancas de baile, y volvió a atendernos.
Tomamos un gin-tonic antes de cenar, estirados en los sillones del living. Andi intentó hablar del trabajo pero Favre lo cortó poniendo un CD de algún saxofonista y hablando de jazz. Aunque el jazz no es mi fuerte me seduce la tristeza lenta del saxo.
Estaba en eso con mi segundo gin-tonic cuando pesqué a Favre mirándome las piernas sin que Andi se diera cuenta. Favre se supo descubierto pero sonreí estirándome la falda. Él sonrió también en una especie de complicidad entre nosotros y luego preguntó a Andi qué tipo de música le gustaba.
Yo sabía la respuesta. Andi se había atrancado mucho tiempo atrás en Guns N’ Roses, y eso era todo desde entonces. Y esa fue su respuesta. Después calló, como esperando un aplauso por lo moderno de su gusto.
Desde siempre me empecino en salvar a Andi de esos silencios molestos ese. Intervine diciendo que se estaba muy a gusto allí y me acomodé en el sofá apuntando mis piernas cruzadas hacia Favre.
Miranda iba y venía como una pluma entre la cocina y la mesa del comedor, pero se dio tiempo para mirarme a los ojos heladamente mientras me alargaba otro gin-tonic. Ahora olía a jazmines dulzones y a hembra presta. Volvió a la cocina flotando con sus zapatillas de baile. Miré mis piernas, una apoyada sobre la otra, balanceándose entre Favre, Andi y yo. No estaban para nada mal.
El hijo de los Favre bajó desde la planta alta somnoliento, con los pijamas meados. Miranda explicó que recién había dejado los pañales. Le cambió los calzoncillos y el pijama, y lo sentó a la mesa con nosotros.
Por fin cenamos. Los crépes sabían bien pero yo no supe cómo tratar al crío, aunque en realidad nada tenía que hacer con él salvo aparentar ternura.
Andi había logrado hablar del trabajo con Favre. Quedé arrinconada con Miranda y el nene, que se llamaba Andrés. Como Andi.
De postre hubo frutillas con jarabe de azúcar. Miranda alzó al nene, anunció que intentaría hacerlo dormir y desapareció por la escalera.
Favre y Andi volvieron a los sillones del living con sendas copas de champagne. Entreoí que Favre explicaba algo a Andi, y Andi asentía con la cabeza. Odio el automático servilismo con que los hombres escuchan a sus jefes del trabajo. Levanté la vajilla y comencé a lavarla. Yo aun no tenía hijos pero sabía de qué se trataba todo aquello del matrimonio.
Me demoré fregando los platos, con la mente puesta en que todo lo que me diferenciaba de Miranda era cuestión de tiempo, apenas meses. Andi y yo estábamos pensando en tener un hijo. Solo sentía envidia por esa gracilidad de ella para deslizarse entre las cosas y mostrar los dientes sin que una supiera si era para sonreír o morder.
Estaba secando con el repasador cuando apareció Favre en la cocina. Sonreía mirando mis hombros. Yo me había quitado la chaqueta para lavar y él seguía con su imagen sobria, un suéter celeste y pantalones pinzados. Nada de jeans. Eso me gustó y dejé el repasador sobre el mármol, dispuesta a que él me recordara la pequeña complicidad entre mi minifalda y su fugaz mirada.
Bromeó diciendo teatralmente que se sentía muy solo, ya que Andi se había quedado dormido en el living.
No perdía el tiempo, y eso también me gustó. O algo más que gustar. Me abrazó por la cintura y metió su lengua contra la mía sin prisas.
Luché entre el deseo y el temor de saber lo que ocurría con Andi en el sofá del living y con Miranda en la habitación del niño.
Él se dio cuenta. Dejó de besarme y me despejó los cabellos de la frente. Dijo que no me preocupara, que de todas formas podíamos postergar lo nuestro ahí mismo.
Me dijo que un beso no es hermoso sin libertad, y que siempre hay tiempo. Volvimos a sentarnos en el living. Andi dormía en el sofá.
Favre puso un CD de Piazolla y Mulligan. Bandoneón y saxo, sensualidad y melancolía. Favre me aclaró que el tema se titulaba Cierra los ojos y escucha.
Nos quedamos escuchando el tema y deseándonos a través de la corta distancia que nos separaba. Cuando oí que Miranda empezaba a bajar la escalera hablé en voz alta disculpando a Andi por haberse quedado dormido.
Miranda vino hacia nosotros pidiendo silencio. Favre bajó el volumen de la música y yo desperté a Andi acariciándole el pelo. Intercambiamos saludos con los Favre y nos fuímos. Yo no había pasado de tres gin-tonics y manejé atenta a las señales de tránsito y a las que me hacían los hombres en general: ¡por acá, por acá! ¡Yo soy el que buscabas!
Un año después tuve a mi primer hijo, Mauro. A poco del parto, mi mamá dijo que se parecía mucho a Andi, y era verdad. Entre los ramos de flores que recibí, uno era de los Favre. Cuando Andi lo vió, dijo que Favre le había preguntado muchas veces cómo estaba yo, cómo nos iba.
No era momento para nostalgias. La neonatóloga había acomodado a Maurito sobre mi pecho. Le hice una señal a Andi para que saliera de la habitación y nos dejara a solas, madre e hijo. Recordé la cocina y la lengua de Favre y la mía juntas, y me encorvé para besar a Maurito en libertad.


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 Asunto: Re: Pequeñeces
NotaPublicado: 15 Abr 2017 00:06 
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 Asunto: Re: Pequeñeces
NotaPublicado: 17 Abr 2017 22:18 
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Hola, Eduardo.

¡Qué historia!

Andi es un malcriado que se enfada como un adolescente, no sabe conservar los trabajos, la mujer estaría mejor sola... pero él es su debilidad.

La esposa va a la cena como si fuera "de caza", pensando bien qué ponerse que resalte su punto fuerte: las piernas. Nada más llegar, evalúa a Favre con un interés sexual-económico. Ella va a lo que va, eso está claro. El hombre muerde el cebo y ella tensa el sedal. Se regodea en ello:

Miré mis piernas, una apoyada sobre la otra, balanceándose entre Favre, Andi y yo. No estaban para nada mal.

El juego sigue hasta el desenlace en la cocina, donde se corta por la situación pero deja el hielo roto.

La protagonista tiene una desinhibición sexual que me sugiere la de una prostituta o algo parecido.

Termino el cuento y me pregunto qué quieres decirnos con esta historia. Qué me dice a mí esta historia. Cuatro fichas y un tablero, como rey, dama, alfil y caballo. Cuatro personajes muy distintos que interactúan entre sí. Favre, triunfador en todos los sentidos. Miranda, a la medida de Favre. Andi, inmaduro, infantiloide. Y la protagonista, tan ambiciosa y segura de sí misma que, si no fuera por su humanidad, por sus debilidades, sería peligrosa. Ella conoce su fuerza y la usa.

Lo que más me ha gustado son los retratos de los personajes. Si se da a entender que Maurito es hijo de Favre... seguramente podría serlo. No creo que ni ella lo sepa. En realidad da lo mismo. Favre está pillado igual.

Saludos.

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 Asunto: Re: Pequeñeces
NotaPublicado: 19 Abr 2017 19:06 
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Esas pequeneces que traen recuerdos que podrìan haber cambiado el curso de nuestras vidas...o no.
Cuatro personas que no tienen nada que ver.
1. Favre: Triunfador, seguro de si y con cierta debilidad por las mujeres.
2. La protagonista:
Panchito escribió:
La esposa va a la cena como si fuera "de caza", pensando bien qué ponerse que resalte su punto fuerte: las piernas. Nada más llegar, evalúa a Favre con un interés sexual-económico. Ella va a lo que va, eso está claro. El hombre muerde el

No la veo asì. Piensa qué ponerse porque la cena es con el jefe de Andi y quiere quedar bien. En la reuniòn empatiza con el jefe porque él ostenta el poder y le gusta el jazz. Pequeneces que desembocan en un beso en la cocina. Ella no tiene un interés sexual\econòmico[al menos yo no lo veo], sencillamente surge. Tiene las piernas bonitas y las luce. Como todas las mujeres que tienen algo que las gusta: piernas, brazos, senos, cabellos etc. Todas las mujeres cuando se arreglan quieren poner en valor lo que les gusta de ellas. No veo nada fuera de lo normal, pero Andi, su querido Andi, que es un desastre [pierde empleos, no ahorra, se quedò en adolescente] se queda dormido, la esposa està atareada con su hijo y va y viene, ademàs no tiene nada que ver con ella [su vestimenta de jeans y bailarinas y su manera de entrar, salir y atender a su hijo asì lo demuestran] y comienza una especie de rivalidad soterrada entre ambas. Se aburre y juguetea con Favre. No llegan a màs.
Hasta aquì todo me "cuadra", pero el final
ek escribió:
Recordé la cocina y la lengua de Favre y la mía juntas, y me encorvé para besar a Maurito en libertad.

Es que anora la personalidad de Favre y siente haber estado enamorada de Andi? Le gustarìa quedarse a vivir sola con su hijo? Echa al marido de la habitaciòn, da un beso a su hijo y anades "en libertad". Normalmente, cuando tienes un hijo, quieres compartirlo con el padre. Puedes echar de la habitaciòn a padres, amigos, suegros...a todos los que "sobran" en ese momento que es intimìsimo para la pareja. Ella, creo, se ha desenamorado.
Buen texto, Eduardo, pero ese final no sé si es fruto de mi imaginaciòn o estoy en lo cierto. Todo él habla de pequeneces. El final, no.


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Traducción al español por Huan Manwë para phpbb-es.com