«Él prende otro cigarrillo y el resplandor de la brasa se vuelve hacia ella, mirándola de frente», de
Cielo FucsiaMe gusta la poesía porque sé que entre tanto poema y tanto autor sin sustancia aparecerá alguien que coloque un puñado de palabras, una tras otra, en el orden exacto para que a mí se me acelere el corazón. Para que pida que se pare el tiempo. Para que yo sienta que eso que leo me basta para vivir. Pero a veces, pocas veces, aparece alguien que hace el más difícil todavía y me regala esa intensidad tan buscada, no con la perla que supone un breve verso, sino con una historia que forma un valiosísimo collar. Una de esas personas fue Eduardo Krüger. Siento su muerte, pero me queda el consuelo de haberle mostrado mi admiración y el de haberle dicho, cuando estaba pletórico de vida, que me apetecía vestirme de gala cuando llegaba a la casa de Letras Entre Amigos con una de sus joyas.