Hola Antony,
Este relato está en la línea de otro que colgaste hace poco, el del cine 3D, basada en la narración aparentemente real de la subjetividad anómala (por ignorancia la del abuelo, por locura en este caso) del protagonista. Con la particularidad de que están narrados en tercera persona. Esto podría considerarse un inconveniente pues es, no ya omnisciencia, sino meterse en la piel de otro hasta perder la visión del mundo real. Pero a mí me ha gustado, da un aire inexplicable de paranormalidad, y hasta podría simbolizar que en cierto modo la subjetividad es contagiosa. El tema es bueno: la locura, la esposa enamorada, la imprudencia por amor... A veces se perjudica a alguien por amor. Sin querer. Es malo, pero es muy bonito.
Tendrías que trabajar el método para pulir tus textos. Recuerda: tachar, ordenar, razonar. Simplemente tachando lo que sobra, el relato se hace un poco más corto y conciso (interesa en un micro).
Cuando el hombre se desvanece, la subjetividad ha de desaparecer con él. La mujer no se acerca, pues, al extraño, sino al doctor:
La mujer llegó hasta el doctor y le dijo:
—¿Cómo tardó tanto?
El primer cómo va sin tilde, el segundo en minúscula.
Otra cosa, la Razón, como la Justicia o la Libertad, son personificaciones, alegorías de estos valores y virtudes que se usaron mucho en otro tiempo y pueden usarse sin problemas. Pero lo que pierde un loco es la razón, con minúscula, el uso de su raciocinio. La Razón, con mayúscula, es un valor universal que no pertenece a un solo hombre sino a todos, a la Humanidad. Nadie pierde la Razón, sino la razón, aunque algunos atentan contra la Razón (que también puede ser razón) cuando dicen que las guerras son una buena cosa. ¿Me explico?
Cuando lo pulas quedará bastante bien.
Abrazos.
Arturo salió presuroso de su casa y apenas había dado unos cuantos pasos cuando vio venir hacia él a un tipo mal encarado que lo miraba fijamente, y eso le causó mala espina. Pero más le preocupó percatarse de que el tipo sacó de uno de los bolsillos de su camisa blanca un filoso puñal, al tiempo que le gritaba cosas y apuraba el paso. Arturo palideció y miró a todos lados como buscando ayuda; mas, a pesar de ser mediodía, el sector se encontraba solo, por ello maldijo entre dientes su mala suerte y se dispuso a devolverse a toda prisa para su casa; sin embargo, lo desechó de inmediato pues calculó que no contaría con el tiempo suficiente para hacer girar la llave dentro de la cerradura antes de que el extraño le diera alcance. Entonces, hecho un manojo de nervios, se agachó y tomó un par de piedras y se las lanzó con violencia, pero falló. Al borde de sufrir un ataque de histeria, echó a correr en dirección opuesta y el extraño se lanzó en su persecución. En el preciso instante en que Arturo pasó por su casa, la puerta se abrió y en el umbral se dibujó una mujer que el ver la escena gritó angustiada: "Arturo, cuidado". Eso lo descontroló y perdió el equilibrio cayendo al suelo. Quiso levantarse pero no hubo tiempo, el extraño ya estaba a su lado y se le tiró encima, y usando las rodillas sobre su pecho lo inmovilizó. Arturo vio con terror cómo el tipo levantó el puñal y se lo dejó caer sobre su brazo, y fue cuando sintíó un fuerte pinchazo acompañado de un ardor que recorrió su torrente sanguíneo, y poco a poco la vista se le empezó a nublar. Antes de perderse en la oscuridad de la inconciencia escuchó pasos acelerados y vió entre nubes a una mujer, que exclamó: "¡Por Dios, Arturo!", luego todo se le tornó negro.
La mujer llegó hasta el extraño y le dijo:
—¡Doctor, por qué tardó tanto?
—¡Vine lo más pronto que pude, pero ¿Cómo lo dejó salir?
— Es que usted nada que no llegaba y Arturo no daba señales de vida, y me preocupé al punto que quité el cerrojo de su cuarto, pero al entrar él se levantó de repente y me arrojó contra la pared y quedé atontada.
—¡Ya se lo he dicho, es una mala idea mantenerlo en su casa, debe internarlo en un sanatorio.
—¡No me culpe doctor, es que sueño que algún día él recupere La Razón y lo primero que vea sea a mí.
—Yo que usted no alimentaría falsas esperanzas; aunque en parte la comprendo pues así es el amor, debe entender que cuando La razón se va...
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Saludos desde Barcelona - España.