Hola. Lo prometido es deuda.
Este foro nos lo tomamos como un taller en el que cada uno apunta al autor lo que desde su punto de vista le parece. Ja,ja,ja, el autor también opina, faltaría más. Muchas veces nos contradecimos y como no somos profesionales, todo lo que se dice hay que tomarlo como lo que son: opiniones muy discutibles. Yo creo que al final siempre se saca alguna conclusión
Aunque sea que el comentario es una memez.
¡Ah!, y qué bien que seas una mujer. A veces estos hombrones se ponen imposibles…
Tu relato me ha gustado. Es un repaso simpático, fresco, sin dramas. Una lectura amable que se agradece en estos días de tanto sobresalto económico. Te señalo algunas cosas que creo se podrían mejorar.
Vivo en un barrio pequeño. Conozco muy bien a mis vecinos. A la gente le gusta que la conozcas y suele contártelo todo, claro que después debes pasar el filtro y quedarte con lo que es realmente cierto.
C y C son matrimonio desde hace años. Un matrimonio de esos que han perdido el nombre y se llaman el uno al otro papá y mamá. Están tan acostumbrados a su cotidianeidad, que no se atreven a cambiar el lado de la cama y mucho menos el colchón.
lo del colchón me parece excesivo. Un colchón no se cambia, no sé, por ignorancia, o por falta de dinero o porque eres un poco abandonado, pero por costumbre… No sé, tal vez has querido decir otra cosa, pero eso me ha rechinado un poco. Él se ha ido quedando sordo con los años, de tanto escuchaaaaaarse. Algunas veces charlo con ellos de literatura, bueno, debería decir escucho de literatura. Atiendo a las propuestas de C-hombre con el apoyo incondicional – pero solo gestual, por supuesto – de C-mujer.
Tienen tres hijos y un nieto. Reciben pocas visitas .Pasan el día leyendo, paseando y jugando al parchís. C-h es incapaz ya de hablar por teléfono, por su sordera y C-m tiene que prestarle su voz.
Esta frase también me rechina. Me sobra ese YA porque luego explicas la causa.
C-h es incapaz de habalr por teléfono debido a su sordera.P habla mucho. Escupe las palabras sin cuidado. Tan poco amor pone en ellas que después hay que secarlas. Lleva años aturdiéndome y me duelen las orejas de escucharla. Habla de todo y de todos. Habla siempre. Estoy convencida – aunque no lo he presenciado – de que cuando duerme, también habla. Nunca tiene tiempo de pensar lo que va a decir. Me pregunto de qué será esa pequeña manchita bajo el ojo, justo a la altura de la mirilla. Ella de mí no sabe nada.
Con el paso del tiempo, he notado que el timbre de su voz se va apagando. Ayer nos cruzamos en el portal y me susurró algo que no pude escuchar. No le pedí que me lo repitiera. No pude evitar un suspiro de alivio.
Me ha llamado la atención eso de que su tono de voz se ha ido apagando. Tuvo que haberle pasado “algo” y tal y como la describes casi parece imposible que no lo contara. No sé, me llamo la atención, como que me quedo con las ganas de saber qué pudo pasarle (a lo mejor esa era tu intención y si fuera así, lo conseguiste).Luís sólo piensa en comer. Vive en el sexto y
a mí me cae bien. Nació en una tierra de huerta y sol. Durante la posguerra, vivió en Madrid. La impronta que esto le ha dejado hace que no sepa vivir de otro modo. Se levanta con ganas de desayunar y es durante el desayuno cuando proyecta el resto de sus comidas. Se desplaza en una enorme silla de ruedas eléctrica. Tiene una despensa enorme y un frigorífico de doble ancho. La casa no tiene puertas.
Me sobre ese “a mí”. No se entiende muy bien cuál es el trauma que le dejó la guerra ¿pasó hambre en ella?. ¿El trauma es porque pasó la posguerra lejos de casa? Tal y como lo dices tal pareciera que una guerra sólo dejara ese tipo de trauma. No sé, yo repasaría este parrafo para explicar mejor lo que el autor quiere expresar. Le gusta compartir con sus amigos, pero estos cada vez vienen menos porque les da miedo y asco verlo comer con tanta ansia. Entre bocado y bocado no respira. Las cosas ya no le saben a nada. Me lo ha confesado esta tarde. Lo veo tan obsesionado que le he preguntado si le gustaría salir un rato a pasear al sol. Yo estaba dispuesta a caminar junto a él. La silla es ultramoderna y no hace falta que nadie la empuje. Aún así, me ha contestado que no, que el sol siempre le abre el apetito.
Veo en general que algunas frases podrían estar un poco más cuidadas, sin abandonar por ello el tono desenfadado que le das a la redacción. A dice que no tiene olfato, ha dejado de percibir la tormenta en el aire, el olor a pan tostado o el de sus hijos recién bañados. A ella no le importa, nunca se deleitó con los aromas. Todos los ocultaba bajo colonia o perfume más o menos caro según las posibilidades del momento. Ha habido etapas en su vida en las que solo usaba patxuli o ambientador de pino, que se extendía desde su casa impoluta e impersonal, por todo el portal y la escalera. A veces al volver a casa ¿sólo al volver a cassa?, esta explicación me sobra, y pasar por delante de la suya, se me adormecía la pituitaria. Siempre la encontraba fregona en mano, mojando (mejor, repasando)el último escalón.- ¿Has visto lo bien que huele a limpio? –me decía con los brazos en jarras -. Yo sonreía fugazmente y seguía subiendo deseosa de librarme de aquella nube infame. Ahora es distinto, no tiene olfato. He pensado gastar mis ahorros y regalarle un perfume sublime. Antes debo convencer a su marido para darle el cambiazo.
(esto del cambiazo no lo entiendo bien)Doña Luisa de Parrondo o Señora de Parrondo, así le gusta que la llamen. Peluquería diaria de 10 a 11. Luce siempre peinado clásico de corte moderno, como ella dice, pero que es siempre igual, con la frente cardada para ocultar la escasez de cabello cada vez más visible. Camina orgullosa del brazo de su esposo todas las tardes, de siete a ocho después de misa. Asiente educada con la cabeza a todo lo que él dice, cuando se detienen por unos instantes a saludar a algún conocido o vecino.
Vuelan sus uñas rojas, por unos instantes, dudosas, vacilantes y se posan de nuevo suavemente en el cashmere carísimo del brazo de él. Ella ya no necesita sus ojos, le basta con los de él. Aunque intenta disimularlo, yo creo que se está quedando ciega, ciega de esa ceguera voluntaria que ningún médico puede curar aunque quiera. Ante esto me pregunto ¿por qué? Esperaba algo más que lo explicara.
(no me encaja muy bien la frase, unas manos vacilantes no meencajanconlaimagen de un vuelo, que más asocio a unos gestos seguros)H se ponía guantes para hacerlo todo. No sólo para limpiar, fregar o cocinar, sino también para cambiar el pañal de sus hijos, hablar por teléfono o leer el periódico. En invierno usaba siempre guantes de piel, por el frío, - decía - y en verano de algodón, por su alergia al polvo. Mantener unas manos siempre jóvenes, era su objetivo. Una vez vi sus uñas perfectas. Me recordaron a las almendras blancas de agosto Parecía que le obsesionase el rastro que pudieran dejar en ellas no sólo los años, el sol o el frío, sino todo lo demás.
Así que las yemas de los dedos fueron perdiendo sensibilidad poco a poco, como el dorso o la palma de las manos. El flujo de sangre se reducía y cada vez tenía las manos más frías. Cuando quiso despojarse de los guantes era demasiado tarde.
Vivo en un barrio peligroso. Estoy pensando en mudarme.
Lo del barrio peligroso también me llamó la atención porque creo que lo relatado hace que uno piense muchas cosas de los vecinos, pero no precisamente que sean un peligro. H es el personaje que más me gusta.Saludos y buen fin de semana
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